Lo es, de consolidar para esta autonomía la marca turística si se sabe obrar con inteligencia, estrategia y anticipación. Cualidades que están por demostrar si se han aplicado en la historia de la promoción de esta tierra.

Decía el otro día un responsable de la Asociación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos que la Región de Murcia, al contrario que otros destinos, puede terminar la temporada de verano con muy buenos resultados.

Así como para las grandes potencias del sector la ausencia de veraneantes extranjeros por segundo año va a ser letal, aquí el escaso peso de los mismos puede que incluso crezca. La mayoría de los que llegan tienen una segunda residencia y vendrán a buscar el refugio de la seguridad de estar en su propiedad y no exponerse al contagio en hoteles y destinos masificados.

En cuanto a los nacionales, el comentario de estos fines de semana es unánime: hay más gente en La Manga, el entorno del Mar Menor y las costas de Águilas y Mazarrón. Está claro que el turismo de «no irse muy lejos no sea que haya que hacer las maletas y volver antes de que nos alcance otra oleada de coronavirus», se impone esta edición.

Vendrán todavía más desde Castilla -La Mancha, Madrid o el interior de Andalucía con la tranquilidad de estar en un radio de coche que permita en muy pocas horas estar en casa.

Y de eso aquí sabemos: del vecino veraneante porque ha sido la seña de identidad de nuestro turismo desde hace décadas. Es verdad que la inmensa mayoría son visitantes de playa, paseo y pipas, pero un poco más terminarán dejando en los supermercados, los chiringuitos y el resto de la hostelería. Tampoco es que nuestra oferta hotelera sea tan apabullante como para no colgar el cartel de completo en agosto en esta tesitura doméstica.

No nos va ir mal, como me decía este experto, si no lo estropeamos dejando campar la variante Delta y espantando el turismo familiar del que vive aquí el sector. Y para ello, no vendría mal que se instaurara un toque de queda estas dos semanas que persiga el botellón y mande a todo el mundo a casa antes de que lleguen las horas del desmadre sanitario. Se atajarían buena parte de los brotes y descansarían muchos padres y abuelos.

Prohibir la venta de alcohol desde las diez de la noche solo servirá para anticipar las compras.

No perdamos esta oportunidad.