El lector podrá perdonar al Itinerante si no ha aparecido publicado a principios de semana. Tiene su disculpa. Es sabido que en tiempo de verano, Gregorio, el coche, prefiere las carreteras y los caminos de los campos antes que los de las playas. Pues resulta que un antropólogo de prestigio invitó a los dos, a Gregorio y al Itinerante, a pasar el fin de semana en su casa en el Campo de San Juan. Y no se podía rechazar la invitación. Ya se comentó algo de esa tierra hace años. Fue en la primera temporada del Itinerante.

Tomando la carretera desde Barranda ahora en verano las locuras veraniegas se quedan atrás. Apenas hay tráfico y se puede disfrutar del paisaje. Al llegar, se disfrutó de un buen cordero segureño en un restaurante en el que apenas había unos veinte clientes. Luego vino la tertulia y el paseo por esa tierra.

Pero lo mejor fue al atardecer cuando comenzaron a llegar músicos de la zona a la casa de Manolo, el hospedero del Itinerante. Quien traía una guitarra, quien un laúd, quien unas postizas dentro de una bolsa. Conforme caía la tarde surgieron los informes acerca de la supervivencia del bicho en cada una de las familias. Apenas había pasado nada grave. Y luego empezaron las malagueñas, las pardicas y los fandangos hasta bien entrada la noche. El Itinerante se encontró con una guitarra entre las manos y buenamente hizo lo que pudo, al ser zurdo.

Pues eso: una noche de verano.