Al margen de los latinajos omnipresentes en el lenguaje jurídico, clara muestra de la deuda de nuestra civilización hacia el Derecho Romano, que sigue constituyendo la base del nuestro, son muchas las palabras latinas que utilizamos a diario sin que a menudo nos percatemos de ello: es el caso de agenda, desideratum, ultimatum, referendum, o de expresiones como in fraganti, sensu stricto o in situ.

Cada vez es más raro el uso de las agendas de papel, en las que a manera de diario anotábamos todo aquello que teníamos pretensión de llevar a cabo en un período de tiempo a corto o medio plazo, pues su significado es «lo que hay que hacer», como ‘Amanda’ es «la que ha de ser amada» o ‘dividendo’ «lo que hay que dividir». Se trata de un gerundio, forma nominal del verbo que conservamos en español y que es tan productivo en inglés para la formación de sustantivos (parking, footing) y de adjetivos (interesting), así como del llamado ‘presente continuo’, que en realidad es una forma de expresar el futuro inminente y, sobre todo, la voluntad del hablante de materializar la acción, pues ‘lo que hay que hacer’ es un proyecto con intención de llevar a cumplimiento, de lo que quizá el más claro ejemplo sea la recurrente sentencia final en las deliberaciones del Senado romano ceterum censeo Carthaginem esse delendam, atribuida a Catón el Censor en el siglo II a. C., quien no cejó hasta que de Cartago no quedó piedra sobre piedra.