Solemos aprovechar el verano para cambiar de ritmo, de enfoque, de rutina y de lugar, creo que es una actitud muy sabia que le viene muy bien a nuestro cuerpo y también a nuestro espíritu. Ya vendrá de nuevo el año en curso para volver a los lugares comunes y a los caminos cotidianos. Este año, además, con todo el encierro y la cerrazón que acarreamos a causa de la pandemia que aún estamos atravesando, es más necesario que nunca salir de aquí y salir de ésta. Solemos decir que necesitamos desconectar, aunque parezca extraño que yo lo diga a través de las páginas de un periódico, que te tiene enganchado a lo que pasa en el mundo. He de confesar que soy de quienes va todo el día atento al teléfono móvil, aunque esté en una casa rural de Sierra Espuña en El Berro o de Letur, el pueblo de mi admirada Rozalén. Hasta las máquinas necesitan una parada, de vez en cuanto, para enfriar su sobrecalentamiento y ponerse a punto, así que en esas estamos: Hay que desconectar unos días, si te dejan y si te lo puedes permitir, que esa es otra.

Sin ir más lejos, después de un año tan complicado en clase y en casa, con tanto trabajo online y con tanta briega con los alumnos, las familias, los medios informáticos y con la administración, me consta que ya estaban para tomar un camino y, dada la responsabilidad, no siempre valorada, que pesa sobre sus espaldas para que esta sociedad funcione, se han hecho acreedores de unas semanas reconstituyentes. Digo semanas y no los populares ‘dos meses de vacaciones’, porque quienes vivimos con una maestra y más si es del equipo directivo, sabemos que se le va otro mes largo en papeleos, memorias, proyectos y preparación del nuevo curso, a lo que le podemos sumar algún curso de reciclaje o formación.

Si siempre se lo merecen, más que nadie, ahora más que nunca. Lo han dado todo y la mayoría no hemos olvidado cuando salíamos al balcón a aplaudir a las 8 de la tarde, reconociendo su inmensa y necesaria labor, su entrega profesional y personal por la vida y el cuidado de todos, que nunca valoraremos suficientemente, les ha dejado exhaustos, los ha marcado y envejecido, pero los ha hecho crecer por encima de todos nosotros. Antes eran muy grandes, pero ahora nos damos cuenta que nuestros sanitarios de la pública, pese a los recortes de los últimos años, pese a la falta de medios, pese a los contratos temporales, nos han dado una gran lección de cómo ser útil a la comunidad, de cómo ser grandes profesionales y de cómo trabajar por el bien común como si te fuera la vida en ello. Los sanitarios sí que se merecen unas vacaciones, largas y bien pagadas y ojalá nosotros tuviéramos el cuidado y la responsabilidad de no darles tanto trabajo.

Si alguien lo ha pasado mal, en estos larguísimos meses, ha sido el gremio de la cultura, el arte, las artes escénicas, la música en directo… Me vais a perdonar, pero creo que han tenido demasiadas ‘vacaciones’ y no pagadas. A mis colegas artistas plásticos les deseo exposiciones y que vuelvan las ventas, a mis compañeros fotógrafos que por fin puedan captar los eventos festivos y los conciertos, y a mis admirados cómicos y músicos, que tengan muchos bolos este verano, que ya habrá tiempo para descansar. A ellos les vendrá bien, pero nosotros también lo necesitamos. Se ha demostrado que la cultura ha sido una actividad segura en todo momento y, sobre todo, se ha comprobado que la cultura y el arte son tan necesarios como la propia medicina para sanarnos. Estamos aún deshidratados de cultura, como quien ha atravesado un largo y caluroso desierto y, por más que bebe al llegar al oasis, no termina de saciarse nunca.

Tal vez os sorprenda, pero al gremio de los políticos también les deseo unas buenas vacaciones. Algunos han trabajado, con aciertos y errores, más de lo que se esperaban, sin duda, pero otros necesitan, sin lugar a dudas, un cambio de aires, un cambio de rumbo y replantearse muchas cosas en su actividad cotidiana. Los políticos también deberían ser trabajadores esenciales para la sociedad, sobre todo en los tiempos más complicados, aunque es cierto que no todos han sido útiles y no todos han progresado adecuadamente en este curso. Muchos de nuestros representantes en los Ayuntamientos, las autonomías y el Estado han perdido los papeles y no han tenido una actuación muy lucida que digamos, algunos se han convertido en personajes secundarios, otros en personajes prescindibles, por inútiles, y otros en personajes malvados. Lo peor es cuando la política deja de estar al servicio de la noble causa de contribuir a una sociedad mejor y se convierte en una ópera bufa o, peor aún, en una tragedia, con su histrionismo exacerbado, sus actuaciones huecas, sus villanos o sus malvados contumaces.

Los políticos también necesitan un cambio de tercio relax. No estaría mal que pasaran por un buen taller donde les hiciesen una revisión completa, les miraran todos los niveles y les cambiaran todas las piezas obsoletas y desgastadas, preparándolos para seguir avanzando y ser útiles para transportar a la comunidad a horizontes mejores. Algunos están pidiendo a gritos esta puesta a punto porque se les ha agarrado la caja de cambios y se han encallado en la marcha atrás y así no vamos a buen puerto. Lo primero que podrían hacer es actualizar el manual, desdeñar ese compendio de frases hechas, pretendidamente ocurrentes, pero totalmente inútiles para aportar soluciones a la gobernabilidad de la cosa pública.

Lo digo en general por todos y cada uno, y lo digo en casos concretos, como el del diputado Casado, quien también debería dar unas vacaciones a su gracioso redactor jefe. A Abascal no sé si recomendarle todo lo contrario, que contratase a alguien leído y de espíritu abierto. En todo caso, a los políticos les recomiendo lo que a todos, y aún de manera más encarecida: que aprovechen el verano para leer, pero no twiter ni encuestas internas, sino libros: de esos de viajes que nos recomienda José María Pérez-Muelas, ensayos, novela histórica, biografías, poesía, ciencia… incluso El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, del que tantos hablan, tan pocos han leído completo y casi nadie ha releído como se merece.

Yo estoy deseando desconectar, sobre todo de los políticos, si no lo digo reviento; por eso tal vez he escrito este artículo en el deseo de que sean los políticos quienes desconecten de ellos mismos y de sus enfermizos y exagerados enfrentamientos. Es que, al final, nos ponen de los nervios y de mala leche a nosotros, y dicen los pesimistas que como sigamos así se va a ir todo al garete. Por favor, si algún político me está leyendo: Tengamos el verano en paz, hagan ustedes el favor de desconectar un poco, a ver si tenemos un veranico tranquilo sin tirarnos los trastos por lo que sucede aquí o en Cuba o en Marruecos o en China…

Por cierto: En China sí que hay una gigantesca dictadura, tú.