Cómo lo tenemos. Ni aunque Pedro Sánchez hubiera cambiado en el Gobierno a la ministra de Sanidad o al de Interior. No podría detener esta quinta ola de pandemia sobre la que surfeamos. Una práctica que ahora ya en sentido no figurado, al paso que vamos, se va a quedar este verano en exclusiva para los nacionales. Porque ¿cuánto van a tardar en arrepentirse esos británicos que anuncian que vienen a partir del lunes visto lo que dicen de nosotros alemanes, franceses, italianos o belgas y pronto el resto de los 27? Nosotros y nuestros vecinos portugueses hemos quedado como los apestados para el resto de Europa por permitir que se extienda el coronavirus por enésima vez y ahora con una variante más sensible al contagio que sus antecesoras. Aquí no nos privamos de nada. Tenemos casos de mutaciones alfa, beta, delta, gamma, epsilon y lambda que circulan por la piel de toro importadas de Reino Unido, India, Brasil, Sudáfrica o Perú.

Algunas de las últimas, sospechosas de ser más reticentes a dejarse vencer por las vacunas. Por cierto, los señores de Pfeizer ya están preparando el cóctel de la que será la dosis de recuerdo que nos quieren pinchar en otoño. Puestos a contagiarnos y vistos nuestros comportamientos sociales así nos den a infectarnos el abecedario griego al completo. Porque ahí está la clave de lo que nos ocurre a diferencia de otros. Somos un espécimen humano tan sociable que en cuanto nos quitan el embozo y nos dejan salir para juntarnos en manadas y rebaños nos pierden los besuqueos, los abrazos, el chocar de manos, los roces desinhibidos, el bailongo y el griterío.

Y más si esos contactos están regados por cualquier líquido sometido a graduación y sólido compuesto de grasas saturadas. Ponemos el dedo acusador en la juventud y el ocio nocturno pero si hacemos acto de contrición, todos (bueno, casi todos por no ser categórico) en mayor o menor medida, nos hemos relajado y le hemos hecho la pedorreta a las normas sanitarias de prevención. Los jóvenes por sus ganas de divertirse sin límites y creerse invencibles; los mayores por lo mismo que esa otra generación pero contando con la falsa convicción de ser inmunes gracias a las vacunas. Y así nos va con esta consecutiva embestida del bicho. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Los españoles ya vamos por la quinta y sin remedio.