Ya se explicó que durante el tiempo de esta pandemia el Itinerante ha pasado el tiempo haciendo un poco de todo. Una de las cosas más entretenidas ha sido revisitar archivos fotográficos, tanto digitales como analógicos. El lector debe recordar que hasta hace unos pocos años, toda la fotografía se hacía con carretes de película. Así que en la casa del Itinerante hay miles de negativos y diapositivas, todo más o menos ordenado.

Entre esas carpetas hay algunas que contienen imágenes de fiestas y de tradiciones. Una de ellas es la que guarda unas tomas hechas durante una partida de bolos en la huerta.

Volver a verlas ha conllevado la reflexión de cómo se han perdido muchas cosas. Ya apenas quedan canchas de bolos en la huerta. De las decenas que llegó a haber, apenas se conservan unas pocas. Y muchos de aquellos jugadores que daba gusto verles en el lío, son ya memoria, si acaso.

El caso es que esas partidas suponían un reto para el fotógrafo. Había que pasar desapercibido para no molestar, buscar el ángulo y tener suerte. El Itinerante recuerda que tuvo que hacer muchos disparos (fotográficos, claro) para conseguir este resultado, sin ninguna manipulación. Fue suerte o paciencia ¿Quién sabe?