No da para más. Ni siquiera para el punto pues tal y como está la factura eléctrica mejor poco hecho. Nos consolaremos con que el calor ambiental hará el resto.

Cualquiera se va este año de vacas. Igual me sale el ministro de Consumo y me deja con los dientes largos. No obstante, creo que políticamente es correcto, pues finalmente se puede considerar una palabra en femenino de forma elogiosa. Creo que es peor irse de toros, con la cornamenta por esas playas y plazas de nuestro territorio patrio.

Evidentemente, no es igual irse a los toros. A disfrutar del ambiente y del ruido lejano de los astados, mientras, junto a mi tío Lázaro, disfruto de los torreznos y del buen vino. A dos manos, con el permiso de los otros comensales, a los que se les van los ojos a nuestra tartera, con base de tortilla castellana, mientras destapan su ensalada o, aún peor, su barrita energética. Es broma, esos almuerzos tan saludables solo los veo con mis compañeros senderistas en la cima, pues cuando llegamos al llano corre la cerveza y las viandas como si no hubiera un mañana.

En mi época sólo se hablaba de la fruta prohibida. Veía a mi abuelo Lázaro, perdón por la reiteración, comerse manzanas a tutiplén y uno lo imaginaba en el infierno rodeado de serpientes. Más tarde comprendí que el pecado había sido la soberbia y haber conocido el mal.

También aprendí que todo lo prohibido, en esta vida y quizá no en la próxima si existe, es más sabroso.

Criado en una España marcada, como las reses, por el espíritu del nacional-catolicismo, y mirando hacia un futuro donde la dictadura de la salud ha tomado el relevo, sólo nos queda, a hurtadillas, paladear un buen manjar y alguna que otra boca de un amor furtivo.