Mucho se ha hablado de lo contradictorio de ser obrero y apoyar a un partido de derechas. Pero hoy todo es posible. Por ejemplo, ser negro o ser homosexual y militar en un partido de ultraderecha a todas luces homófobo, xenófobo y racista. Ya se sabe que la psique humana es muy complicada y se ha documentado el síndrome de Estocolmo, esa actitud que consiste en que algunas personas que han sido secuestradas llegan a desarrollar vínculos afectivos y a comprender las razones de sus secuestradores. Ojalá el negro y el homosexual no sean casos del citado síndrome.