Hay profesiones poco agradecidas, y una de las peores es la de mochilero del saco de basura de un partido político. Abandonada por imposible la idea de que la ética de los partidos pueda cambiar de modo general, se ha optado por realizar a cada tanto limpieza de fondos con borrón y cuenta nueva, cambiando de dirigentes y haciéndose cargo del saco de basuras alguno de los antiguos, como ahora María Dolores de Cospedal. Lo más importante es que el mochilero no abra la mochila, lo cual exige un temple especial, del que en el pasado hay ejemplos ilustres en todo el abanico del espectro. Se ha perdido mucho tiempo en vanos intentos de modificar comportamientos, ignorando que, como dijo Azaña (que también tardó en darse cuenta), no se puede ir contra el genio de un país. España ha sido siempre un país en el que la secuencia pecado-penitencia-perdón y vuelta a empezar es parte de su genio.