En 1812, Lord Byron era el poeta más famoso de Inglaterra. Mantenía una relación estable y conocida con Lady Caroline Lamb, casada. Y muchas, muchísimas relaciones más, con hombres y mujeres. Según el mismo narraba en una carta, había tenido sexo «en una silla de postas, en un carruaje de Hackney, en una góndola, contra una pared, en un carruaje de la corte, en un vis a vis, en una mesa y debajo de ella». 

Byron debía, al cambio actual, dos millones de libras.

En un baile ofrecido por la propia Lady Caroline, Byron conoce a una rica heredera con fama de recta y devota, y ve en ella la ocasión tanto de pagar sus deudas como de mejorar su reputación. Se declara a la joven, que le rechaza.

Inasequible al desaliento, el poeta sigue cortejando a Annabella durante dos largos años. Ella le rechaza otras dos veces, le acepta a la tercera, y se casa con él.

Petición de divorcio. Justamente un año después, Annabella escapa de la mansión de Picadilly que compartía con Lord Byron y pide el divorcio, algo absolutamente desusado en la época, mucho menos siendo la solicitante una mujer.

Para poder tramitarlo, el abogado exige que la joven esposa aporte razones de peso, incuestionables, y Annabella le confiesa un secreto: ha descubierto que su marido mantiene relaciones sexuales con su propia hermanastra. Y además, él la ha violado en repetidas ocasiones. «Pero eso no es problema. El marido tiene derecho a hacer uso conyugal de su esposa…», le dice el abogado. Annabella duda, no sabe cómo explicar lo que su marido le hizo. El abogado sí encuentra la palabra. Sodomía. Un delito en la Inglaterra de la época.

En una carta de Lord Byron a Annabella, él le escribe: «No te he pegado, no te he encerrado, no sé de qué te quejas».

El secreto de Annabella se convierte en la comidilla de todo Londres, y al poco tiempo una turba enfebrecida se presenta en la mansión del poeta, intentando lincharlo.  

Finalmente, el 25 de abril de 1918, Lord Byron, acosado por los acreedores y con la reputación arruinada, abandona Inglaterra para no regresar jamás. Fallecería en Grecia, ocho años después.

Una loca resentida. Durante siglos los historiadores han presentado a Annabella como a una loca resentida que se inventó todas aquellas historias porque estaba carcomida por los celos. Los sesudos críticos literarios no podían concebir que el poeta más importante del romanticismo inglés fuese un agresor sexual. Era más fácil pensar que su mujer mentía.

Dos siglos han pasado, y cuando ya se admite que sí, que efectivamente Lord Byron era el amante de su hermana, y que tuvo una hija con ella; y que sí, por supuesto, era un predador sexual, todavía puede leer usted en los miles de estudios que se han escrito sobre Lord Byron que Annabella le difamó por resentimiento. 

Los prejuicios son ilusiones cognitivas irracionales, percibidas como verdades absolutas. Y uno de los prejuicios más arraigados en nuestra sociedad es el de que las mujeres somos poco confiables, mentirosas por naturaleza.

El caso Rocío Carrasco nos ha demostrado que esta idea de que las mujeres mienten por defecto sigue vivita y coleando.

Como Annabella. Da igual que Rocío Carrasco haya enseñado sentencias, facturas, pruebas en audio y vídeo…. Media España no la cree. Como no creyeron a Annabella, y como en general casi nunca se cree a una mujer que denuncie un maltrato psicológico o violencia sexual. Porque si él no la ha encerrado y no la ha pegado… ¿de qué se queja?