La única aportación de Vox al panorama político ha sido el incremento exponencial del discurso del odio, del racismo y de la xenofobia, como bien demostró hace unos días Rocío Monasterio en la Asamblea de Madrid poniendo en cuestión la nacionalidad del diputado de Unidas Podemos, Serigne Mbayé. No se les reconoce otro mérito en las propuestas que deslizan aprovechando su influencia sobre las minorías gubernamentales del PP, a excepción de la censura en materia educativa que viene a ser otra versión más de lo mismo.

Este discurso, constante y machacón, basado en falsedades descaradas que hay quienes asumen como ciertas, es la antesala del rosario de acontecimientos racistas cada vez más frecuentes en nuestra región y cuyos episodios más recientes son nada menos que un apuñalamiento y un asesinato acompañados de gritos racistas. Pero, además, no hace mucho, asistimos también a un ataque con artefacto incendiario a una mezquita en San Javier, al acoso con agresión física de una familia marroquí en Lorca y del portavoz de IU en dicha localidad que acudió en su auxilio, o al abandono, ante la puerta de un centro de salud, del nicaragüense Eleazar Blandón víctima de un golpe de calor mientras trabajaba en el campo que le acabó costando la vida.

Ante la gravedad del momento que estamos viviendo, es inexplicable que partidos como el PP, el Gobierno regional o su presidente (que lo es de ambos), no hayan alzado la voz de manera tajante condenando estos acontecimientos que manifiestan una clara tendencia del incremento del odio racista en nuestra región (lo que debería ser una señal de alarma y una prioridad para cualquier Gobierno). No es creíble expresar condolencias públicamente, como ha hecho la vicepresidenta Franco en nombre del Ejecutivo en la reunión del Foro Regional para la Inmigración, por el asesinato de Younes Bilal y, a la vez, mantener abierta en la Asamblea Regional una Comisión de Investigación sobre las consecuencias sociosanitarias de la llegada de inmigrantes a la región durante la pandemia de la Covid-19; una comisión contraria a todos los tratados internacionales sobre derechos humanos.

El asesinato de Younes, como el resto de acontecimientos racistas que jalonan nuestra convivencia diaria desde hace tiempo, requiere una contestación social contundente, un grito de tolerancia que exprese sin ambages que la multiculturalidad no es ningún castigo, como afirma Vox, sino el ADN de nuestra propia historia.