Ay, cómo ha cambiado el comercio en las últimas décadas. Recuerdo la cantidad de velos que vendían mis padres en la mercería, con los que las viudas y otras familiares guardaban el luto al difunto. Cuando el enfermo estaba a punto de expirar ya compraban cinco o seis velos para repartir entre los dolientes el día del sepelio y exteriorizar, así, el dolor. Medias negras, tintes negros para teñir la ropa; hasta los pañuelos en los que secar las lágrimas eran negros. En cambio ahora no sabes si la gente va a un entierro o a la feria de Utrera. Lo dicho, que el comercio ha cambiado tanto que los merceros ya no sabemos qué vender.