Cartagena Piensa acumula durante cinco años todo un patrimonio de conocimientos compartidos que deben servir para fortalecer la capacidad de auto-organización de los colectivos del municipio y el debate público con intención de incidir en la realidad. Ahora abre un nuevo ciclo: «Pensando el municipio que queremos», con un repertorio de formatos como son mesas redondas, conferencias, paneles de experiencias que se están llevando a cabo en la comarca, o incluso en la región, y que anticipan el futuro que debería ser. Algunas de ellas se presentarán en formato de documental. Pretendemos con todo ello aterrizar los grandes temas abordados en Cartagena Piensa en el plano de lo local, donde todo es más medible y en el terreno donde se juegan los grandes cambios por venir.

Se realiza todo desde la perspectiva de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que son interpretados por las Naciones Unidas como el aprovisionamiento de bienestar material y libertad para las generaciones presentes y futuras, reduciendo nuestra huella ecológica en el planeta. Esta concepción del desarrollo se estima relevante porque, en la actualidad, está guiando los esfuerzos de los países para lograr un mundo más sostenible en 2030.

Guiados e interpelados por esos ODS nos corresponde a todos los actores (Gobiernos nacionales, regionales y locales, empresas, movimientos sociales, universidades y ciudadanía en general) trabajar para construir ese futuro sostenible. Hace unos días nos advertía Carlos Taibo del desgaste de los conceptos manidos y por tanto del vaciamiento de sus contenidos, por ello el politólogo prefiere emplear el término retador de decrecimiento.

Todo el planeta tiene por delante grandes retos que han señalado tanto la comunidad científica, como Naciones Unidas y la Unión Europea como son el colapso energético con el fin de la era del petróleo. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía, para 2025 la extracción global de petróleo puede bajar hasta un 50%, lo cual conduciría a un descenso del consumo. Recordemos que usamos petróleo para extraer más petróleo, litio, gas natural, instalar aerogeneradores, transporte, fertilizantes, tractores. Por tanto, es una impugnación a la totalidad de nuestro sistema productivo.

A ello sumamos el aumento de los residuos, la tarea de alcanzar una democracia más participativa o un empleo de calidad. Todos estos factores imponen cambios profundos en los estilos de producir y consumir, que nos han de llevar a la convicción de que se puede vivir más con menos, disfrutando de nuestro entorno natural y cultural.

No son pocos los que advierten que habrá una vuelta a los lugares de proximidad como pueblos y barrios por la obligada reducción de la movilidad y, por tanto, debemos preparar esas condiciones con eficaces medidas descentralizadoras en las llamadas diputaciones o pedanías, tan deficitarias en servicios e infraestructuras. Después de más de dos décadas de funcionamiento de las Juntas Vecinales Municipales urge una revisión de las mismas tanto por parte de los grupos municipales como por parte del tejido asociativo. Idéntica tarea ha de acometerse con las dos experiencias desarrolladas de Presupuestos Participativos, manifiestamente mejorables.

Tenemos la esperanza de ser útiles a la reflexión común que piense y proponga un modelo de municipio, inspirador del PGOU y de todas aquellas políticas públicas que afecten a los sectores productivos, a la movilidad, al patrimonio cultural o al turismo. La sociedad civil, que es plural o no es, debe aportar a los grupos políticos locales esa mirada de largo alcance para que seamos capaces de generar debate y que éste tenga consecuencias con la puesta en marcha de propuestas concretas. Los límites de la democracia delegada son evidentes, por eso pensamos que mucha gente, pensando junta en lo que se llama inteligencia colectiva, lo haremos mejor.

Escribía Touraine que los movimientos sociales son «el trabajo que la sociedad realiza consigo misma», lo cual implica un cuestionamiento de los modelos culturales que gobiernan las prácticas sociales y el modo de funcionamiento de las propias sociedades, en cuestiones tales como la distribución de los recursos económicos o el control de los procesos de toma de decisiones.

Los conocimientos y las experiencias que se generen nos han de servir para afrontar una serie de retos en unos plazos de tiempo que cada vez se acortan más. Planteamos con urgencia una serie de desafíos que nos competen:

1. Existe ya un grupo de trabajo en el ayuntamiento de Cartagena para desarrollar la Agenda local 2030, al ser elegido para esta experiencia por el ministerio de Transición Ecológica. No cabe duda que nuestra zona está considerada como altamente vulnerable con un ascenso estimado en 4ºC a final de siglo: ¿Cómo debemos afrontar el reto de la transición ecológica ante la emergencia climática, y cómo construir una ciudad verde y sostenible? O mejor, ¿cómo podremos vivir?

2. ¿Son posibles otros modelos productivos: otra agricultura, industria, comercio, turismo? Un empresario ligado a la agroindustria nos comentaba que daría un plazo de ocho años para que todo el Campo de Cartagena reconvirtiera su agricultura en ecológica aprovechando la creciente demanda del mercado europeo de este tipo de productos. Al tiempo que ayudamos de manera poderosa a la regeneración del Mar Menor.

3. Reducir las desigualdades sociales y territoriales para construir una ciudad más inclusiva e intercultural. Es evidente la existencia de barrios marginados y los desequilibrios entre el núcleo urbano y la periferia que constituyen barrios y pueblos.

El mitin como ‘gran ritual’ de la vida política, siguiendo a Marc Abélès, hace que padezcamos una campaña electoral permanente, mientras se rehúyen las tareas inmensas que se avecinan. Lamentablemente observamos en demasiadas ocasiones un déficit de futuro en la mirada de nuestros representantes políticos. Los politólogos señalan que la democracia se convierte cada vez más en un problema de participación organizativa, como ya indicara Steinberger a comienzos de los 70.

Muchos municipios españoles, desde hace décadas, tienden a generar escenarios protagonizados por la ciudadanía y con una tendencia a utilizar en menor medida las redes clientelares. Debemos introducir foros y mesas permanentes, no efímeras, que propicien la interacción de los diversos agentes con carácter vinculante en aquellos asuntos que así se pacten previamente. Participar no guarda relación alguna con que te comuniquen lo que han decido por tu bien.

Debemos situarnos entre las democracias avanzadas, reduciendo la marcada tendencia de que sean los privilegiados socioeconómicamente quienes construyan y reconstruyan las políticas urbanas. Se impone la tarea ética (e incluso como elemental medida de supervivencia como especie) de defender futuros humanos más inclusivos.