Las dudas

Un vecino, que tiene una casa a orillas del Mar Menor, le dice a otro: ‘Mi mujer quiere que nos vayamos pronto a la playa, pero me da miedo ir. No sé qué me voy a encontrar. ¿Habrán limpiado los fangos?, ¿Habrán solucionado el problema de recogidas de basura, que he visto en las redes fotografías de los contenedores rebosando? ¿Habrán fumigado para los mosquitos? ¿Estará el agua apta para bañarse?, …’

Emprendedores

En la terraza de un bar, dos hombres mayores charlan y toman café. Uno de ellos dice: ‘Siempre miro los primeros días de un comercio recién abierto. Desde hace semanas, hemos pasado por la puerta y hemos visto cómo se hacía la reforma del local, cómo se iba limpiando todo, techo, suelos, rincones de la fachada. Después hemos sido testigos de la llegada de las mercancías que se van a vender, y cómo han sido colocadas con mucho cuidado y gusto exquisito en el escaparate. Por fin, una mañana, allí están los nuevos/as dueños/as tras el mostrador esperando a que entren los clientes. A veces, cuando pasan los días, te das cuenta de que la gente no entra, que el negocio ha sido una mala idea y que, tras aguantar lo que pueden, cierra y vuelves a ver el cartel de que se traspasa, o se alquila, o se vende. Y, lo más curioso, al poco tiempo ya hay otras personas pintando o reformando para iniciar otra actividad. Los de esta Región somos muy emprendedores’.

Por un tiempo

Una mujer de unos veinticinco años habla por el móvil, mientras camina, por la calle: ‘Yo le he dicho que siga, y que, cuando se canse, otro’.

En el interior

Por primera vez desde que comenzó la pandemia, esta semana he comido con amigos en el interior de un restaurante, bien es verdad que perfectamente ventilado y con la separación correspondiente entre mesas y comensales. Aun así, estuve tenso al principio; no sabía cuándo ponerme la mascarilla o quitármela, me la ponía en la frente o la colgaba de un brazo. Una vez estuve a punto de limpiarme la boca con ella. Poco a poco, nos fuimos relajando, porque a mis acompañantes les ocurría lo mismo. Un poco ‘tocaos’ sí que nos ha dejado todo lo que hemos pasado.

Serie

Oiga, he encontrado una serie que no está nada mal. Un poco bestia, pero muy entretenida. Creo que es australiana. Se llama Mr. Inbetween , y va de un tío que intenta ser un buen padre divorciado con una hija pequeña, un buen novio de su novia, un buen hermano de su hermano que está muy enfermo, un buen amigo de su amigo, pero le resulta muy difícil porque es un asesino a sueldo. Está hecho con un cierto sentido del humor a la vez que profundiza en los sentimientos de unos y de otros. Se deja ver muy bien.

Con aporofobia

Un hombre le está diciendo a otro estas palabras que escucho por casualidad: ‘Hay personas que no quieren tener a los pobres cerca, que no los quieren ver. Están dispuestas incluso a darles dinero, buenas limosnas, a las instituciones que se ocupan de los más necesitados, pero que se los lleven a sitios donde estén recogidos y que ellos no se los encuentren por la calle o cerca de donde viven. A veces, esas personas son religiosos practicantes, pero no pueden evitarlo, la presencia de los pobres les molesta’.

Sin aporofobia

Cuando escucho lo anterior, pienso en los voluntarios que se dedican a esas personas, en instituciones como Jesús Abandonado, o los que aparecen cuando llega una patera llena de personas desesperadas, que no tienen nada que perder y por eso se juega la vida y a veces la pierde. Y allí están ellos, los de Cruz Roja, los traductores, psicólogos, médicos, enfermeros o sencillamente gente que quiere hacer algo por esos pobres. También están las fuerzas de seguridad, y Cáritas, y otras oenegés. Se acercan a los más necesitados. No sienten aporofobia.