A veces, los imponderables nos marcan la vida. La condición humana alcanza su verdadera dimensión cuando empequeñece por la magnitud de la naturaleza y la infinidad del universo. Y esa flaqueza ante lo que no podemos controlar debería ser una toma de conciencia definitiva para redimensionar hasta nuestros egos, sin olvidar que la inteligencia es nuestro único don diferencial con cuanto nos rodea. De ahí nace la libertad como fin deseable del hombre.

Pero ocurre que esa capacidad de tomar decisiones esconde la trampa del error. Y en la capacidad de gestionar fracasos y equivocaciones también subyace la otra cara de nuestra luna. Persistir o enmendar, aprender o repetir errores, aceptar con inteligencia o ensoberbecernos, en definitiva.

Estos días, el fútbol nos ha dado unas cuantas lecciones de todo lo anterior. El COVID y el colapso de Eriksen, en pleno partido, son botones de muestra de la pequeñez del hombre. La enfermedad y lo imprevisible se dieron la mano para recordárnoslo. No obstante, esas tremendas situaciones también han servido para escenificar otras características de la condición humana: solidaridad, afectos, profesionalidad, compañerismo, empatía, esfuerzo, emotividad y hasta estupidez.

Una tal Aina Vidal, como ejemplo de eso último, no tuvo reparos en proclamar en el Congreso su oposición a que fueran vacunados los futbolistas de nuestra selección, de lo que es muy libre, pero se adornó con un desprecio generalizado que marcará su vida pública. Al hablar de «once hombres dando golpecitos a una pelota», refiriéndose a nuestros seleccionados en plan despectivo respecto a otras actividades profesionales, estaba señalando no solo a unos deportistas, tan dignos o más que ella como política, sino a decenas de miles de seres humanos que juegan al fútbol en nuestro país, desde alevines, por no hablar de millones en el mundo. Y no solo hombres, sino también mujeres, niños y niñas.

Esta irrelevante lenguaraz, diputada por Barcelona en el Congreso desde las filas del partido de Ada Colau, lleva seis años viviendo de nuestros impuestos porque descubrió a los treinta que hacer de camarera, asistente telefónica o vendedora era demasiado trabajo para su cuerpo serrano. Pero sus aspiraciones debieron nacer antes, ya que fue afiliándose desde joven a todo tipo de organizaciones asistenciales, de más o menos utilidad y pedigrí, con el fin encubierto, seguramente, de vivir algún día de los demás a cuenta de votos, cuando no de lamer bajezas. Debe tener asumido que su mamá la parió para ser señoría en lugar de curranta, que eso de comer o vestir con el sudor de la frente o con la fecundidad de su inteligencia es para tontos. Y claro, en cuanto ha tenido ocasión, aunque sea a costa de algo tan trágico como una pandemia, sacó a relucir lo que en su caso da la mata. Despreciar gratuitamente a tantos congéneres, sin embargo, debe esconder algo más tenebroso si no habla por boca de ganso. Ella sabrá los complejos y frustraciones que arrastra por probables resentimientos estériles o desde su asumida incapacidad para lucir trabajando, o para vivir con dignidad, como hacen quienes pagan sueldos políticos con sus tributos.

Sin entrar en la decisión de vacunar o no a los integrantes de la selección española, que opiniones habrá para todos los gustos -la mía es que sí, pero desde el principio de la concentración o cuando la prelista, como se hizo con quienes nos representarán en los Juegos Olímpicos-, habría que preguntarle a esta individua, por muy señoría que sea, lo que sabe hacer ella, porque como bien señala mi amigo Antonio Sánchez Carrillo, ñorense ilustre, al menos, los futbolistas profesionales saben hacer algo bien y lo demuestran: jugar al fútbol, despertar ilusiones, representar con su trabajo y esfuerzo a España, y puede que hasta apasionar a millones de aficionados.

Tiempo ha tenido para rectificar, reconociendo su lamentable e innecesario error, pero como su estulticia debe ser integral y no circunstancial, que todos nos equivocamos, hizo mutis por el foro y a otra cosa.

Desde aquí, más allá de la indiferencia aludida por el seleccionador como respuesta, que también, nos cabe tildarla de oportunista, insustancial, populista y demagoga, pero como vive de los votos, con tonta del voto va bien servida.

Mientras, la Eurocopa ha comenzado con más expectación que juego. Italia, Inglaterra, Finlandia, Bélgica y Austria han empezado ganando y se espera a Francia con interés por aquello de favorita, pero cuidado con los tapados.

España también sabe darle buenos golpecitos a la pelota.