Han pasado once años y no se ha cumplido prácticamente nada, salvo lo que era más fácil de llevar a la práctica. La capital de la Región sigue dando pasos muy pequeños para acercarse a las previsiones que en el 2010 se incluyeron en el Plan Director para el Uso de la Bicicleta en Murcia, que contemplaba numerosas vías ciclables y espacios restringidos para las dos ruedas con inversiones que llegarían casi a los cinco millones de euros.

En ese momento, hace once años, parecía que la bicicleta se impondría como medio de transporte alternativo y que complementaría al transporte público, otro asunto que también lleva a sus espaldas varios planes sin que haya mejorado ni un ápice. Nada más lejos de la realidad. Ese Plan Director de las bicis se antoja ahora como el Cuento de la Lechera con una ensoñación sobre una ciudad sostenible y moderna, en la que han asomado en los últimos tiempos unos carriles bici que ahora se encuentran deteriorados y sin un mantenimiento potente por parte del Ayuntamiento (no se sabe qué pasó con ese contrato de 100.000 euros promovido por la Administración local). Además, no se ha completado el anillo por el oeste y la zona sur.

La idea de una ciudad sostenible donde las bicis sean el motor del transporte es difícil de llevar a cabo, pese a que todos los gobiernos hasta ahora que han ostentado el bastón de mando en la Glorieta la han verbalizado. Y es complicado por varias razones. La principal es que, tal y como hizo Ámsterdam, el paraíso de los ciclistas, hay que recortar los espacios destinados a los coches para que sean tomados por las dos ruedas, decisiones políticas que pueden generar polémica por la fascinación que existe en esta región por la automoción y que pueden suponer un alto precio electoral.

La ciudad holandesa, que lleva décadas de ventaja, no comenzó a promocionar la bici como algo sostenible o medioambientalmente positivo, ya que hace casi medio siglo esas políticas no habían asomado aún a la agenda política. Lo hizo por razones más prosaicas que hacían referencia a los atropellos y a las continuas crisis económicas y del petróleo, lo que obligó a que la bicicleta se impusiera como medio de transporte, una modalidad de movilidad de la que están orgullosos y que los convierte en una población verde.

Cortar el paso al coche resulta fundamental para las dos ruedas y, aunque en Murcia se han hecho esfuerzos para cerrar calles, aún es necesario seguir avanzando en esa línea también en las pedanías en las que los atascos se han convertido, al igual que en la ciudad, en problemas habituales. Por otro lado existe un factor que disuade: el robo de estos vehículos de dos ruedas (tanto privados como del servicio público de alquiler), que han aumentado en los últimos tiempos sin que haya soluciones para ello. Las sustracciones se producen ya no solo en la calle sino en los aparcamientos cerrados que son municipales y en los que hay que estar registrado para acceder.

Además, los 'aparcabicis' en las calles están saturados en horas determinadas. Por seguir con el ejemplo, Ámsterdam tiene aparcamientos hasta en altura, subterráneos y debajo del agua. Ciencia ficción por estos lares. Hace unos días, el gobierno de coalición prometía la construcción de nuevos carriles bici (ya estaban previstos desde hace meses) con una inversión de casi medio millón de euros y un plazo de ejecución de dos años. ‘Cuán largo me lo fiais, amigo Sancho’, que diría el Quijote. A este paso, el Plan Director de la Bicicleta seguirá esperando y Murcia nunca será Ámsterdam. Tampoco será Berlín ni Copenhague. Ni siquiera Bilbao, Sevilla o Barcelona. Por nadie pase.