Nos enfrentamos a una realidad con previo aviso. Llevan décadas avisándonos de este colapso, de esta situación planetaria, y por más que nos interesamos, no actuamos. La acción es lo que lleva al individuo a ser partícipe del cambio. Sin acción, cualquier palabra se la lleva el viento. 

Después de un año y medio en una situación de emergencia sanitaria, volvemos a la ‘realidad’ y nuestra realidad es que seguimos en emergencia, pero esta vez, la climática. Podemos actuar de muchas formas y una de ellas es ser responsables de nuestro consumo en el día a día. 

Conocí la economía social y solidaria en Madrid, hace tres años. Desde entonces, he estado conociendo más sobre este tema y a muchas personas que hacen de esa economía una realidad. Conocí REAS Murcia, la Red de Economía Alternativa y Solidaria de la región, y valorando mi proyecto, Vivens Hortis, decidí hacerme socia. Primero para apoyar la iniciativa y la red, y segundo para participar en los grupos de trabajo como el de creación del Mercado Social. 

Es difícil explicar a gente de a pie qué es la economía social y solidaria, siempre lleva a confusión. ¿Son ONG? ¿Son sólo asociaciones? ¿todas las actividades del mercado son sociales? ¿tienen ánimo de lucro? Éstas son algunas de las preguntas que la gente me suele hacer respecto a la economía social y solidaria o en concreto al Mercado Social. Y yo suelo explicarles: «La economía social y solidaria pone a las personas en el centro en lugar de al dinero. Se reivindica la economía como medio, y no como fin, al servicio de la mejora de la calidad de vida de las personas y del entorno». 

Por poner mi ejemplo, el fin de mi empresa es concienciar a las personas, enseñarles a ser autosuficientes y crear espacios sostenibles a través de los huertos. A través de ese fin, puedo ganarme la vida y vivir dignamente. Pero no me hace falta amasar dinero para tal fin. Mi empresa es ética como el resto de empresas que engloban este Mercado Social. Tienen criterios y valores de sostenibilidad, buenas condiciones laborales, conciliación, usos responsables de los recursos, etc. ¿Es el fin último ganar dinero? No, pero es el medio necesario para llevar a cabo ese fin ético que tiene la empresa y la persona o personas que están detrás, aunque existen otros medios de intercambio de bienes y/o servicios como el trueque y la moneda social, que actualmente funcionan en otras comunidades. 

Para mí es un sueño cumplido el haber lanzado el Mercado Social en la Región de Murcia. Es un proyecto que engloba a empresas de la región que trabajan bajo esos criterios que he mencionado antes. Es una manera de dar facilidad a esos muchos ciudadanos que quieren consumir más responsablemente y no encuentran las empresas o establecimientos para hacerlo. Para mí es la manera de dar visibilidad a los que lo están haciendo bien y la manera de poder hacer lazos y redes entre consumidor y entidades. Conocernos, conocer al que está detrás de unos zapatos o un bolso, o el agricultor que cultiva mis verduras. Produce entre añoranza y emoción saber quien produce o fabrica lo que consumes a diario. Y es un poco, lo que se hacía antes. ¿Por qué perderlo? Es sostenible, es responsable, es cálido, es ético. Sabes que nadie está explotando a nadie, que las materias primas proceden de lugares cercanos o de comercio justo, que los derechos laborales se aplican y que cualquier duda que tengas te la va a resolver el propio productor o profesional que haya detrás. 

El domingo día 6 de junio, pudimos ver el gran éxito y la gran afluencia de viandantes que atrajo la presentación del mercado social en la Plaza España de Cartagena. La falta de este tipo de economía se notaba en el ambiente. Las personas que pasaban por allí se quedaban asombradas de los productos y servicios que se ofrecían. Desde productores de planteles y hortalizas autóctonas, productos de limpieza y cosmética con cero residuo e ingredientes naturales, arte y moda sostenible, hasta banca y finanzas donde se usa el dinero de forma ética, entre otros muchos que se pueden visitar en la app del mercado social. 

Lo que está claro es que, para ver un cambio, todos tenemos que cambiar. Cada uno, en su propia casa y a través de su consumo es responsable de que haya cambio o no. Para tener una oportunidad en este planeta tenemos que sentirnos responsables de ello y actuar. Como he comentado al principio, sin acción no hay pensamiento que valga. 

¿De qué sirvió que hace décadas se empezara a saber que el colapso vendría si no se hizo nada al respecto? Tenemos, tanto tú como yo, la palanca para frenarlo en la mano, pero hay que decidirse a hacerlo. Además, es la pescadilla que se muerde la cola: si no se apoya a las entidades que están dando soluciones responsables ante el consumismo abusivo de recursos, no podrán sobrevivir, y si no existen estas entidades, los consumidores no podremos acceder a hacerlo mejor. 

Tengo 31 años y gracias a mis padres he podido valorar lo poco que hace falta para vivir. Sin embargo, he tenido que aprender a consumir menos moda fast fashion o a realizar un consumo ‘cero residuo’. Se hace poniendo conciencia y queriendo actuar. 

Sé que podemos hacerlo mejor y estar en equilibrio con el planeta.