La revista Cosmopolitan se dedica a la moda y ahora está de moda decir que la obesidad no es un problema del obseso, sino del bizcotur*. Esta es una de las ramas del árbol copioso de la corrección política, en cuyo tronco está la creencia de que ningún problema de salud o rasgo es peor que el heteropatriarcado capitalista. Ni el paralítico deja de andar (se desplaza diferente), ni el sordo deja de oír (ve muy bien), ni por supuesto una persona sufre sobrepeso (tiene un encanto peculiar).

Así, en el país donde muere más gente por problemas relacionados con la obesidad que por disparos de armas de fuego (Estados Unidos), y donde por supuesto la obesidad es un rasgo destacado entre las rentas bajas o extremadamente bajas de la población, la corrección política, representada en publicaciones como esta, viene a solucionar todos tus problemas con lo de siempre: quiérete a ti mismo tal como eres, engrasa tus propios sueños.

En la portada se ve a una mujer con muchos kilos de más y el texto «esto es saludable». Cierto que se la ve haciendo deporte, posiblemente marchando acrobáticamente hacia el endocrino, con lo que el bienintencionado lector podría pensar que lo saludable es que la protagonista esté luchando contra su obesidad, pero no. Lo que viene a decirte la revista, que en los años 90 glorificaba en sus portadas a las anoréxicas de moda por aquel entonces, es que hoy día la belleza y la salud no dependen de lo que digan los médicos o los cánones, sino del capricho de cuatrocientos activistas locos de egocentrismo mesiánico.

El sobrepeso puede llegar a ser saludable si la condición viene impuesta por la genética y el usuario se cuida, pero en términos generales representa una de las tragedias de la arcadia capitalista. Con salchichas frankfurt a cuarenta céntimos el paquete de ocho, la obesidad es por encima de todo la maldición de los pobres. Glorificarla por corrección política y autoayuda no solo es desafortunado: es cruel.