Deberíamos alegrarnos de que vuelvan los ovnis. Hubo un tiempo en el que los pilotos de aviones veían todo el rato objetos extraños que surcaban los cielos a velocidades imposibles y con maniobras que desafiaban las leyes de la física. Sus relatos saltaban a las portadas de los periódicos y alimentaban la imaginación de la gente. Nos gustaba que personas cualificadas, pilotos militares experimentados, confirmaran que ahí arriba, pero muy cerca, había cosas desconocidas, misteriosas y reales. De momento se mantenían a una prudente distancia y si alguna de esas naves descendía y se llevaba a algún ejemplar humano lo hacía en desiertos remotos y de forma discreta. No nos infundían temor, sino curiosidad y quizá esperanza. Si hacían cosas fuera del alcance de las mentes más altas de la Tierra significaba que podían ser mejores que nosotros, aunque siempre quedaba la sospecha, fomentada por los gobiernos, de que no se tratara más que de experimentos de potencias rivales con tecnología supersónica.

Luego nos cansamos de esperarlos. Si algo carecía de explicación dejaba de existir y perdía interés. Fascinados por la tecnología y ensoberbecidos por los avances de la ciencia, el mundo fue arrinconando todo aquello que no encajaba en sus esquemas mentales. El único destino de los incidentes extraños pasó a ser acumular polvo en los archivos clasificados como secretos por los gobiernos. Los ovnis desaparecieron del cielo y de los periódicos. Si a algún granjero de Kansas se le ocurría decir que unos seres etéreos le habían hecho una visita se le calificaba de lunático. Si alguna noticia se colaba en los diarios era ridiculizada. Para la comunidad científica el tema ovni se convirtió en tabú porque la razón se mostró incapaz de verificar los presuntos avistamientos. Y hoy, todo lo que queda fuera del control de la ciencia o del poder es considerado conspiración. El resultado es que si todo lo que tenemos es esto de aquí abajo, tan pedestre y físico, no es raro que nos hayamos puesto otra vez a vigilar los cielos. Los avistamientos han aumentado en todo el mundo desde el inicio de la crisis del coronavirus. En los momentos más desesperados las personas buscan algo más allá de lo que tienen. «Fuera de broma, hay vídeos y registros de objetivos en los cielos que no sabemos exactamente qué son», ha dicho Barack Obama.

Cuando se levanta la mirada, el cielo se puebla de maravillas: destellos de luces rojas, pequeños puntos brillantes que aparecen y desaparecen, ráfagas que se deshacen en burbujas plateadas, huellas luminosas de satélites e incluso planetas lejanos. Y entonces quien ve todo eso se pregunta cuál es su lugar en el universo.