En un mundo de café sin cafeína, de cerveza sin alcohol, de leche sin lactosa y de título de Bachiller con tres asignaturas suspensas, no tiene nada de particular que a la Historia la hayan sustituido por el Relato. La Historia debe, o debía, ser documentada, rigurosa, con testimonios recogidos en fondo y forma de las personas protagonistas, en caliente. Y el historiador, tener la debida formación para interpretar esos materiales. El Relato no tiene esas rémoras. El Relato es parcial, lo encarga alguien, incluso hasta el mismo historiador-relatista. Y, sobre todo, sustituye a la Historia. Y la prostituye.

Al político le interesa el Relato que le mantiene en el poder o le ayuda a conseguirlo. Y, sobre todo, que se imponga, apoyado en la ley, sobre el resto de Relatos o la propia Historia. Ésta, la Historia, debe discernir lo que es conjetura verosímil de lo que es Historia. En el sistema judicial norteamericano llegan al extremo siguiente. Lamento no ser cinéfilo y no recordar el título. O acaso fue en la tele. Les cuento: los simpáticos y listísimos detectives, que son los buenos de la peli, esperan, de noche, a que el malvado perverso del guion saque su saco de la basura al cubo alto de la puerta de su casa. Lo hace. Pero no van al cubo y hurgan para buscar la pistola del crimen. Hay jurisprudencia que dice que el cubo, lleno o vacío, es aún propiedad privada, y, además, parte de la morada de los malosos. Entonces, llega el camión de la basura. Un brazo mecánico eleva el dichoso cubo y lo vuelca en la trasera del camión. Lleva unas sierras descomunales, llenas de dientes trituradores movidos por tremenda energía, que lo destroza todo, hasta coches para desguace que le hayan puesto como basura. Entonces es el momento. Los dos protas de la peli se lanzan por el saco que les interesa. Y, compitiendo en ansiedad con la sierra devoradora, logran extraer el saco del delito. Bien, van a juicio. Presentan la prueba, con las huellas dactilares del abyecto asesino. Pero el juez les pregunta:

—¿Había devorado ya la sierra la bolsa en cuestión?

Se miran atónitos los dos buenos, y contestan que no.

—Entonces, no se admite como prueba, la propiedad privada se pierde únicamente cuando la bola ha sido engullida por la diabólica sierra de dientes destructores.

Quiero pensar que la peli acaba bien, pero sólo recuerdo ese dato.

Bien, todo lo que he leído sobre el asunto Juan de la Cierva, corresponsal de Abc en Londres y el Dragon Rapide, es un Relato. Todo lo más conjetura verosímil; no Historia. Pero me da igual. Lo que falla es esa ley de memoria democrática, que anula la libertad de ideología, como ha dicho el Consejo General del Poder Judicial. No por tener la mayoría en el Parlamento una ley se legitima. Urge que la oposición declare, ya mismo, que derogará la tal ley, y la echará fuera del sistema judicial español.

El aeropuerto de esta Región se llamará Juan de la Cierva. Ya está.