Corría el año 2017, diciembre para ser más exactos, y el entonces presidente del Gobierno Regional, Pedro Antonio Sánchez, conseguía, enmedio de toda la vorágine política que se vivía en aquellos momentos con sus imputaciones, que los sindicatos entraran de nuevo por la puerta principal del Palacio de San Esteban para firmar aquella Estrategia por el Empleo de Calidad 2017–2020.

En aquel documento, de 116 páginas a todo color en el que, sin duda, volvía a ratificarse la gran capacidad de persuasión que tiene el Palacio con las organizaciones sindicales, venía recogido, al margen de la apuesta por la estabilidad en el empleo de los trabajadores del SEF, como garantes de la lucha contra un empleo precario, parcial y temporal, que se creaba «una Comisión de Seguimiento formada por todas las partes que intervienen en la Estrategia y que se reuniría trimestralmente». Más aún, esa Comisión «elaboraría un informe anual sobre el grado de cumplimiento de los objetivos fijados».

Cuatro años después, hemos vuelto a asistir a la firma por parte otra vez de las mismas instituciones (Gobierno, CROEM, CCOO y UGT) del nuevo Pacto sobre Estrategia para la Reactivación del Empleo de Calidad’, pero esta vez para el cuatrienio 2021–2024. Un documento que, por desgracia, es prácticamente idéntico a su antecesor, ya que los problemas laborales en la Región de Murcia siguen siendo endémicos y estructurales.

Cualquier pacto en sí es bueno, sobre todo cuando se cumple; el problema es que apenas cumplimos las decenas de pactos que se firman, sobre todo en materia de calidad en el empleo. Más aún, las organizaciones sindicales plasman su firma en este nuevo pacto en los días en que los orientadores laborales del SEF andan peleando para que se haga justicia con su situación.

Resulta sarcástico que mientras los que tienen que ser uno de los principales baluartes de la búsqueda activa de empleo para la sociedad sean los primeros que están viendo cómo son puestos de patitas en la calle tras años de experiencia, formación y dedicación, al mismo tiempo que las organizaciones de los propios trabajadores suscriben un acuerdo por la calidad en el empleo. El problema del SEF es mucho más complejo, lo sé, y por eso es hora de abordarlo desde la profesionalidad; para ello es imprescindible que sepamos con qué modelo de Políticas Activas de Empleo queremos mediar e intervenir en el mercado. A partir de ahí, solo quedan dos caminos, privatizar, que es adonde nos dirigimos, o fortalecer los Servicios de Empleo y Formación en vez de debilitarlos.

Cuando uno rubrica un pacto sólo tiene una salida: exigir que se cumpla el anterior antes de firmar el siguiente, y en este caso, más allá de la crisis económica, sanitaria, social y laboral que ha provocado la pandemia, hubiera sido obligatorio que las instituciones firmantes del anterior acuerdo hubieran presentado cada año, como se comprometieron, no solo un informe de seguimiento, sino al término del mismo, en comparecencia pública, abrirse a una ‘rendición de cuentas’, como le gustaba pedir al bueno de Pepe Molina, a quien ahora, tras su muerte, siguen llegando los reconocimientos, incluso por parte de quienes les hacían entradas por detrás a la altura de la rodilla, futbolísticamente hablando. Sin duda, en España seguimos siendo los mejores enterrando a los nuestros.

Ojalá las organizaciones sindicales volvieran a recuperar el prestigio perdido; a convocar ellas, y no ser convocadas; a liderar el necesario cambio estructural que se necesita, tanto en el mercado laboral como en el actual modelo decimonónico de Administración pública que tenemos: ojalá que las trabajadoras del SEF se encontraran con sindicatos que en vez de ponerse chaqueta para pisar la alfombra roja se levantaran de las mesas de negociación hasta que no se solucione el grave problema del personal temporal de las Administraciones públicas; ojalá que en vez de fotografiarse se firmaran los convenios colectivos que llevan años en el olvido; ojalá las organizaciones sindicales no se rindieran como se han rendido.