Antonio López, autor del artículo.

Antonio López, autor del artículo. L.O.

Con el lastre de toda una vida dedicada a la profesión más antigua del mundo, que no es exactamente la prostitución como muchos creen, miren si no las cuevas de Altamira, donde sus fantásticas pinturas no nos hablan de meritorias de la edad de piedra, pero sí evidencian que tras esos fantásticos murales sobre las pétreas paredes de aquellas cavernas existió un promotor, o más bien un galerista, como se dice ahora, que dirigió e hizo posible tan fantástica “intervención” mural.

Como decía al principio, tras muchos años ejerciendo tan idealizada ocupación, la realidad es otra bien distinta como ya les contaré otro día, uno ha visto tantas cosas que cualquier situación casi parece normal, y el casi viene que ni al pelo, pues el acontecimiento vivido hoy en uno de esos lugares donde se vende arte y se llaman galerías, como la TWO emplazada en Murcia desde hace unos años, habitual exhibidora de obras provocadoras y espectaculares en sus exposiciones como fueron los nada convencionales personajes del americano Thomas Kuebler, las esculturas humanas de Marc Sijan o las espeluznantes creaciones de los más heterogéneos artistas de todo el orbe para la muestra “Rigor Mortis”, llegó a sorprenderme de tal manera que me hizo volver a creer en el “todo es posible” bajo el tórrido sol que nos calienta, nos pone morenos y a veces nos larga un cáncer de piel como el rabo de un legón.

El suceso que nos ocupa es cuanto menos original, una galería de arte con un gran escaparate de cristal, una escultura de una chica monísima en actitud insinuante, un muchacho que sufre un grave impacto emocional ante los encantos de la figura y un deseo irrefrenable y no frenado de masturbarse ante la inanimada fémina. Pasó más de media hora hasta que el proceloso joven remató la faena antes de dirigirse a “Dios” sabe dónde, eso sí hay que reconocer en su defensa que el chaval llevaba una sudadera anudada a la cintura que ocultaba sus “desvergüenzas” a los numerosos transeúntes que pasaban por el lugar, a eso de las doce del mediodía, interrumpiendo continuamente la ocupación del protagonista de esta historia, que recatadamente se apartaba de su objetivo cada vez que era importunado por aquellos desconsiderados seres que invadían su espacio existencial necesario para tan compleja labor.

Como en esta vida si algo no quieres que se sepa, mejor no lo hagas, lo hizo y se supo. El sistema de seguridad del establecimiento inmortalizó la faena dejando constancia gráfica del evento, la noticia saltó a los medios y en pocos minutos se convirtió en “viral”, ochocientas entradas por minuto y una película mucho más divertida y saludable que cuando sale el nombre de Murcia en los telediarios y por supuesto en las redes sociales por noticias como: “… la familia tenía atada a un árbol a una hija deficiente mental…”, “… encerrado en un cuarto oscuro hasta los 18 años porque los padres se avergonzaban de su hijo…”, “… durante el desfile un espectador se abalanzó sobre una bailarina mordiéndole en un muslo”, etc, etc, etc. 

Como no ofende el que puede sino el que quiere ofender, debe quedar muy claro que nadie quiso ofender a nadie y nadie fue ofendido, esto solo es la historia de una criatura mucho más sensible que la mayoría, los rigores primaverales y una inoportuna “subida de leche” hicieron posible el milagro y todos sabemos que los que hacen milagros acaban por ir al cielo.

No sabemos si nuestro protagonista terminará en el paraíso pero lo que sí les puedo asegurar es que durante el tiempo que duró la “manola” su artífice estuvo muy cerca.