Hay una luz que sólo hay en la huerta de Murcia. No es al amanecer o al atardecer, ni un día después de un chaparrón. Tampoco a media tarde, ni a la hora del almuerzo. Está ahí todos los días, pero no todo el tiempo. Viene y va. Quizás por eso casi nadie ha podido darle el matiz completo en una pintura o en una fotografía. Quizás por eso la huerta no tiene una identidad reconocible más allá. Y no es sólo luz. La huerta es un país, un todo. Y digo país como cuando digo que Juan Marín es más grande que Barcelona. Sin fronteras ni connotaciones políticas, si es que se puede decir algo así a día de hoy. La huerta es un enorme halo de identidad global que lo tiene todo para representarnos, con dulzura, generosidad y acogimiento.

Les hablo de eso que construimos cuando vemos una imagen y decimos que nos recuerda a La Toscana, aunque nunca hayamos estado allí. O alguien describe una estampa veraniega como muy mediterránea. Huertano. Huertana. Es una casica muy huertana… Sí, funciona. Aquí funciona. Pero llega un momento en el que el concepto pierde fuerza y no termina de ser global. No es que importe mucho que alguien de por ahí no asimile, yo lo digo porque siento que conceptualmente no hemos alcanzado a transmitir lo que realmente es la huerta de Murcia. Quizás nos falta una película, o una serie. El concepto albufera de Valencia avanzó con las imágenes de la serie Embarcadero, por ejemplo. Quizás es así de sencillo. Pero quizás no.

Hace pocos días sentí que que daba un paso más en la conceptualización de la huerta. Y fue, rizando el rizo, esto es, acertando de pleno, gracias a la gastronomía. Fue verlo y sentir que aquella era una de las piezas que faltaban. Pablo González te lleva al huerto en su menú actual. Lo hace sazonando con mundo y atrevimiento, pero al huerto.

En medio de una experiencia gastronómica usa esa luz huertana para darnos un puñado más de concepto huerta. Y cuando te comes el resultado la consecuencia es estar más cerca de la verdad. Esa verdad que seguimos buscando en nuestra huerta murciana querida en su camino hacia el karma absoluto, en esa quimera maravillosa que nos deja una vida entera para seguir sumando conceptos maravillosos. Igual es esto el secreto de la huerta, que no nos falta nada, porque siempre nos falta algo. Bendita búsqueda.

Los domingos la huerta está preciosa. Disfrútenla. Vale.