Verá, doctor, yo no soy malo, ni racista, aunque no me faltarían motivos para serlo. He venido aquí para demostrarle que no necesito médicos ni psicólogos, las tonterías me las curo yo trabajando, que soy hombre hecho y derecho, que lleva toda la vida de pie. No he tenido, como habrá tenido usted, becas y papás progres o jipis que me pagaran los estudios. Yo me he levantado a pulso y sé lo que digo. Y lo que digo es que las fronteras son como las paredes de nuestra casa y tenemos el deber de defender los muros de nuestro hogar con uñas y dientes de cualquier invasión. 

Porque esto de Ceuta que estamos viendo en televisión, no se engañe, investigue usted que presume de universitario, y verá que esto es una invasión. Esos que cruzan, vienen aquí porque no los quieren donde viven. Esto es una conspiración, que está ciego quien no lo ve, porque usted tendrá muy buena voluntad pero ver, ni ve ni entiende que estamos con un teatro orquestado por un Gobierno ilegítimo, que solo se aviene con enemigos de España, y al que le gusta negociar con terroristas. Desean llenarnos de menas para que andando el tiempo lleguen a votarles y así perpetuarse en el poder.

Lo que tienen que hacer es dejar de enredar con mentiras como la teoría del cambio climático. Mucho les gustaría desindustrializar nuestros países y ponernos a los pies de China. O esto nuevo de la plandemia. A ver si será de verdad, que ya cualquiera se cree lo que dicen los periódicos, que nos llevan a todos en palabras, engañados; y los que dicen la verdad, pues a esos, chitón, los callan. Quieren acabar con todo, con nuestro modo de vida, negándonos lo más sagrado, el agua, el pan y la sal. Después irán a por la caza y los toros, porque son unos ingenieros sociales y nos quieren quitar las tradiciones. 

A mí me gusta que las cosas buenas no cambien y que no nos roben nuestras costumbres nacionales, que parecemos tontos de buenos que somos con la gente de fuera y lo poco que nos queremos a nosotros.

No me entiende, doctor, o no me quiere entender. Pero da igual, porque algún día me va a tener usted que escuchar, ¡hombre que no! Porque somos cada vez más, y ya hemos tocado la puerta de los despachos.