La influencia de la vacunación parece definitiva en la reducción de los desastres de la pandemia, siempre reservando un rincón para el escepticismo (The sceptical chymist, Robert Boyle) que caracterizaba a la ciencia. Israel está libre de covid, los contagios y muertes han caído un treinta y un diez por ciento en Estados Unidos en dos semanas, Reino Unido registra jornadas enteras sin un solo fallecido. Países más retrasados en la inmunización como España han atajado la carnicería en las residencias, y sin duda acabarán por emparejarse con los enclaves recuperados.

El desglose de los datos de la covid por autonomías debe servir también para medir el impacto benéfico de la vacunación, entrado ya el quinto mes de funcionamiento de Pfizer y compañía. Los datos refrendan el «vacunación, vacunación, y vacunación» que predican los políticos como tabla de salvación. Basta repasar los territorios donde la incidencia a 14 días se halla por debajo de los cien diagnosticados por cien mil habitantes que Angela Merkel ha decretado como margen de seguridad. Esta zona de felicidad se puebla con la Comunidad Valenciana, Murcia, Baleares, Canarias o Ceuta. Todos ellos comparten además la buena nueva de que R o número de reproducción del virus se halla confortablemente por debajo de uno.

Si se repasa a continuación la tabla del contingente de población con inmunidad parcial o total por las vacunas, se observa en paralelo que la Comunidad Valenciana, Murcia, Baleares, Canarias o Ceuta comparten la condición de estar a la cola de la vacunación. En tiempos más críticos, la simultaneidad de las mejores cifras de contagios y las peores de inyecciones invitaría a una explicación. Nadie las requiere en la era de la unanimidad. Estas tablas se corregirán con el tiempo para adecuarse probablemente a los estándares del influjo de la inmunización, pero de momento hay que considerar que el avance en la lucha contra la pandemia se debe a las vacunas y algo más. El mundo pagará un precio por haberse despojado del escepticismo.