Un aleteo político en Murcia, y el Gobierno del Estado en jaque mate. Leo por distintitos medios las reacciones y análisis de la situación. En las redes sociales muchos se preguntan qué ha sucedido, mientras otros aún afirman que ha ganado el fascismo.

El batacazo de Madrid no le ha servido a la izquierda para darse cuenta de que tiene un discurso trasnochado, anacrónico. Un discurso de finales del siglo XIX. «Hay que frenar el fascismo». ¿Se puede ser más desalmado?

España está en Europa, en la ONU, bajo la observación directa de todos los organismos internacionales reguladores de Derechos Humanos. Sin embargo, las formaciones más progresistas no son capaces de aceptar que en los tiempos que corren, en el entorno en el que nos encontramos, con las relaciones internacionales que tenemos, con los compromisos económicos que hemos contraído, no se puede atacar tan deshumanamente al adversario político, porque esa agresión permanente nos debilita a todos. Esa es la lección que les ha dado Madrid.

En este sunami político la actitud del PSOE se merece un análisis particular. ¿Dónde va Pedro Sánchez en compañía de la izquierda más radical de Europa, acusando a la derecha menos extrema de la Unión de fascista? ¿De verdad no se da cuenta de que sus socios de Gobierno son los que han mantenido claramente las aptitudes más supremacistas, beligerantes y guerracivilistas, del segundo tercio del siglo XX y las dos décadas que van del XXI?

¿Cómo han podido abordar una campaña política en un país europeo, con un puesto destacado en materia de derechos humanos entre nuestros vecinos, con una semántica que solo llama a la confrontación, al odio y a la división?

Su acercamiento a posturas separatistas y antiguos terroristas han alejado a sus votantes más moderados, mientras los más radicales, han visto sus necesidades políticas mejor representadas en sus propios socios de Gobierno.

Sobre Ciudadanos también hay que plantearse algo. No creo que ese partido sea tan necesario como ellos se creen. La maniobra de acercamiento de Arrimadas a Pedro Sánchez, tras haber pedido a sus diputados la deserción durante la investidura es digna de un análisis profundo. Esa felonía a sus votantes ha sido la puntilla de un partido que, con 54 escaños en su poder, nunca debió consentir que Pedro Sánchez fuera a unas segundas elecciones.

Desde ese momento se mueven como pollo sin cabeza por el escenario político hasta que se caigan solos del mismo. Nunca entendieron que sus votantes eran simpatizantes de una derecha laica, social y respetuosa con la sociedad, que vio en ellos la posibilidad de alejarse de un PP en manos de la corrupción, de la iglesia y de posturas éticas poco recomendables para los tiempos que vivimos. Véase matrimonio gay, aborto, adopciones por matrimonios del mismo sexo, eutanasia… Pero respetuosa de las instituciones, del sistema económico que nos rodea, de su lengua, de su cultura, de su país, que estaba siendo vilipendiado permanentemente por la izquierda a la que ella se acercó con una maniobra inexplicable.

¿Qué ha sucedido? Que sus votantes han vuelto al redil, quizá el PP no sea su delirio político, pero sí su mejor opción.

No puedo cerrar estas reflexiones sin detenerme un momento en Vox. No es un partido fascista por mucho que la izquierda se canse de repetirlo. Hasta el momento ha respetado la Constitución, las instituciones estatales y la imagen de España.

Es cierto que tienen un discurso peligroso en cuanto a Europa, a las Comunidades Autónomas, a la inmigración, a la educación y al colectivo LGBTi. Cinco puntos básicos que deberían hacerse mirar porque son por donde empezará su debacle.

El resultado de Madrid no es como para tirar muchos cohetes, se mantienen como lo hace Más Madrid, pero es evidente que su discurso no ha calado de la forma que debería.

El electorado madrileño ha dado una muestra contundente de madurez eligiendo a la mejor de todas las opciones, la más neutral y la más europea, no siendo ninguna de ellas especialmente óptima. A este camino es al que debe acercarse el PSOE y alejar a la extrema izquierda, golpista, secesionista y terrorista, de su lado.