Que Cartagena y la Región de Murcia sigan recuperando el patrimonio histórico, cuidando la cultura y promoviendo el desarrollo económico para todos en esta tierra que es también orgullo de España». Así culminó el rey Felipe VI su dedicatoria en el Libro de Oro de Cartagena tras visitar e inaugurar el nuevo Museo Foro Romano ‘Molinete’ y «ser testigo de la gran proeza arquitectónica y de recuperación de tantos siglos» en nuestra ciudad, como también escribió.

Quiero dar las gracias a Su Majestad, porque ese sencillo y simple «también es orgullo de España» seguramente escrito sin dobleces ni segundas intenciones, sí conlleva inconscientemente un recordatorio a nuestros paisanos de que nuestra Comunidad y nuestra mediterránea urbe han sido un asentamiento deseado por las múltiples civilizaciones que fueron la base del mundo que hoy conocemos y que España cuenta con rincones tan ricos y valiosos como el nuestro, capaz de ofrecernos joyas, perlas y riquezas de todo tipo a quienes nos visitan, comenzando por un paseo por la historia de 23 siglos, algo que no pueden decir muchos de los que hoy se creen el ombligo del mundo.

La apuesta por transformar la vieja y abandonada ciudad gris sostenida casi exclusivamente en la industria que comenzamos hace ya tres décadas dio paso, en primer lugar, a un territorio coqueto y atractivo que ha ido sumando visitantes exponencialmente, sobre todo desde que descubrimos al mundo nuestra joya de la corona y símbolo de este cambio de timón, el majestuoso Teatro Romano.

Hoy, nuestra historia enterrada en el subsuelo y en el olvido durante demasiado tiempo resurge y da pasos de gigante para convertirnos en lo que muchos ya han dado en bautizar como la Pompeya española, al contar en pleno casco urbano, en el corazón de la ciudad, con el mayor parque arqueológico de España, que poco tiene que envidiar a otros similares que se encuentran por el mundo, como los de la localidad italiana o el de Éfeso, en Turquía.

Ya estamos en la línea de salida de la pandemia, dicho sea con toda la prudencia y precaución del mundo. La vacunación progresa por fin en nuestro país a un ritmo que ya nos hubiera gustado antes y todo apunta a que, a partir de este verano, España empezará a ser cada día un destino más seguro. Los europeos se mueren de ganas de venir a disfrutar de nuestro sol, de nuestras playas y de nuestra gastronomía y de olvidar y dejar atrás la peor pandemia que hemos conocido en mucho tiempo. Debemos ser cuidadosos, pero también aprovechar la oportunidad de reactivarnos y recuperar nuestra actividad económica que, en Cartagena, tenía al turismo como uno de sus principales baluartes desde hace tiempo.

La inauguración oficial del nuevo Museo del Foro Romano con la presencia del rey a las puertas del verano son un cóctel perfecto para recordárles a los foráneos que no solo de mar y terrazas vive el hombre y que aquí también pueden zambullirse en la historia y saborear el pasado que nos legaron nuestros clásicos, cuya majestuosidad aún sigue atrayéndonos y sorprendiéndonos.

Que tenemos nuestra idiosincrasia, nuestra identidad propia como pueblo mediterráneo heredero de la sangre de múltiples culturas que supieron ver la belleza y las virtudes enmarcadas por nuestras cinco colinas es algo de lo que siempre podremos presumir, pero que no nos duelan prendas porque nos renombren como la Pompeya española, porque lejos de ser una odiosa comparación, supone un argumento más para atraer a más visitantes y volver a rebasar la cifra del medio millón de turistas que nos hemos propuesto como meta para el año 2022, el de la esperada y ansiada normalidad. O eso esperamos.

La ciudad italiana de Pompeya cuenta por decenas de miles al día los visitantes a su conjunto arqueológico y la hemeroteca la sitúa como el lugar más visitado del país alpino junto con el Coliseo de Roma. Ha llegado a registrar más de tres millones de turistas en un año, atraídos por las mismas columnas, estatuas y mitológicas historias que ahora también pueden encontrar en nuestro nuevo Museo del Foro Romano.

Lo mejor es que este auge del turismo, paralizado por la crisis sanitaria, pero que se reactivará con fuerza en cuanto la demos por finiquitada, tiene su parada propia y prácticamente obligada en Cartagena, como lo demuestran las crecientes escalas de cruceros hasta el estallido de la pandemia y el regreso de los barcos de pasajeros en cuanto ha reflotado este mercado. Porque, desde el principio, el Puerto de Cartagena supo sumarse y agrandar el impulso turístico de la ciudad. Y aún lo sigue haciendo.

Quizá haya muchas asignaturas pendientes, como la adecuación de un entorno del museo más abandonado de lo que debiera estarlo o un mayor empeño en la recuperación de nuevos yacimientos y monumentos como el Anfiteatro Romano. Pero más que verlas como un inconveniente, hemos de tratarlas como buenos alumnos y esforzarnos por sacarlas adelante con el convencimiento de que podemos y debemos seguir creciendo. Hay más metas que superar, más objetivos que cumplir y más proezas que protagonizar para parecernos poco a poco y volver a ser cada vez más ese enclave estratégico del Mediterráneo que todos los pueblos de la antigüedad se disputaban por conquistar.

Gracias, don Felipe, por abrirle los ojos a nuestros paisanos de otros lugares bellos y atractivos de nuestro país y lanzarles el mensaje de que esta rica tierra también le da motivos a su Majestad y a todo el que quiera apreciarla para estar orgullosos de España.