Soy agricultor, pero también ecologista y naturalista. Por eso tengo uno de los trabajos más difíciles que existen. Porque en estos tiempos que corren lo que más vende es la confrontación y el echarnos la culpa los unos a los otros.

No tenemos una joya, sino dos. No tenemos un solo enclave único en su especie que agoniza, tenemos dos. No tenemos que centrarnos únicamente en un objetivo a preservar porque tenemos dos.

Nuestros campos también están agonizando. Nuestra tierra también está sometida a una explotación de la cual no hemos elegido. Nuestra tierra también es de todos, aunque los que la cultivamos hayamos adquirido la gran responsabilidad de cuidarla.

Los que cultivamos nuestras tierras lo hacemos con todo el mimo y el cariño posible, porque como cualquier madre, nos vio nacer y crecer en ella. Y de ella depende nuestra vida y nuestro sustento, pero también el de todos los que comemos de sus frutos.

Amados compatriotas: esta batalla no es contra los agricultores que hemos creado la Gran Huerta murciana, no.

La batalla, sin embargo, debe ser contra el modelo productivo que nos han impuesto y que no hemos elegido. Es contra el extractivismo, que va en contra de nuestras voluntades y creencias ancestrales.

La tecnología y la ciencia al servicio de las altas producciones (en todos los sectores, no sólo en el agrícola) y al menor coste, es el factor desencadenante que lleva al colapso a parajes naturales, al tiempo que a nosotros, los agricultores, nos lleva al esclavismo ante las grandes corporaciones al servicio de los grandes mercados.

Y así, casi sin darnos cuenta, nos han llevado a la rendición de nuestras viejas tradiciones, convirtiéndonos pues en siervos si decidimos no abandonar, o en derrotados si abandonamos, tirando la toalla y firmando contratos de aparcería para ver con tristeza cómo nuestras tierras se transforman en algunos casos en fábricas de producción integral.

Como en cualquier guerra, antes de abrir fuego es crucial saber reconocer y conocer a tu verdadero enemigo.

Otros caminos existen, otros modelos pueden coexistir si hay suficiente convicción y voluntad para emprender el camino del cambio del que siempre pensamos que es el más difícil de recorrer, aunque en el final de su trayecto siempre se demuestra que es el más sostenible, lógico y natural. Y, por tanto, si no lo cogemos hoy por elección, mañana tendrá que ser por obligación.