Este año tampoco ha podido ser. Las fiestas de Caravaca de la Cruz deberán esperan al próximo año para llenar las calles de gente y el ambiente del inconfundible olor a fiesta que tan bien conozco desde mi infancia.

Al próximo año los caravaqueños volverán a vibrar con un impresionante hecho festivo que repite en cada edición protocolos, momentos y tradiciones cuya invariabilidad justifica precisamente el hecho de que resulten tan esperados e imprescindibles para quienes gustan, todos, de la fiesta. Otro año más serán allí los caballos del vino, el baño de la Cruz, el himno de Caravaca, el Parlamento, las migas, los desfiles, el chocolatero, el calor (o la lluvia) en la mañana del 2, los gigantes y cabezudos, las bandas de música, la recogida de los reyes moros y cristianos, los refugios, los armaos (tan ridículos como entrañables), la exposición de enjaezamientos, el bullicio, el café de los de Benidorm, los caballos a pelo.

Reconozco que en esto no puedo ser objetivo, pero confesado este hecho también tengo que decir que las fiestas de Caravaca son las mejores del mundo. ¿Quién dijo que los columnistas en prensa debemos de ser neutrales?. Que se me note la procedencia.

El tirón turístico de las fiestas de Caravaca es innegable. Aunque aún a falta de más infraestructura, capacidad de acogida y paquetes que rompan la estacionalidad festera, su potencial turístico cuenta no sólo con la inmensidad de sus fiestas, sino con una iconografía y un espíritu general que atraviesan todo el año y justifican en cualquier momento la visita a Caravaca. La condición jubilar de Caravaca como una de las cinco ciudades santas del mundo, la popularidad devocional por la Cruz para tantas y tantas personas, y la nueva condición de los caballos del vino como patrimonio de la humanidad, son la carta de presentación del que sin duda es uno de los destinos de turismo religioso con más potencial de toda Europa. El carácter de su centro histórico, el entorno ecológico y paisajístico del noroeste murciano y el interés paralelo de los demás pueblos de aquellas tierras (los más atractivos para el turismo de interior de toda la Región de Murcia), completan un escenario esperanzador para el turismo en el que la condición jubilar cada siete años de Caravaca no hace sino poner la guinda.

Con todas las salvedades comparativas y a nuestra propia escala, Santiago de Compostela y su Camino son buenos referentes de a lo que se podrían encaminar Caravaca y el noroeste murciano en un futuro.

Los Caminos de la Cruz que ya se diseñan desde diversos puntos de la geografía nacional pueden ser un buen vector promocional para este turismo, no imprescindiblemente en cantidades exorbitantes de viajeros a pie pero sí en lo que supone la peregrinación como seña de identidad distintiva para un destino.