¿Para qué ha servido? En el momento de escribir desconozco los resultados de las elecciones en la Comunidad de Madrid pero a la vista de la tendencia machacona de las encuestas bien estaría que los partidos perdedores pero también los ganadores hicieran autocrítica.

Sí, una palabra manoseada por los políticos en la noche electoral cuando se enfrentan a la realidad del escrutinio de votos. Unos por no poder gobernar en solitario y tener que cargar con el’ socio’ vocinglero, respondón y caprichoso. Otros por quedarse lejos de los objetivos que se habían marcado para liderar con propiedad la oposición. Y alguno, fuera incluso del nuevo arco parlamentario, circunstancia en el que afrontará el frío, fuera del cobijo que prestan las instituciones y que le harán implosionar por no tocar poder después de haber disfrutado del mismo.

Pero a la hora de comparecer ante los medios es raro que les escuchen algo que tenga que ver con el arrepentimiento y el propósito de enmienda. La mayoría se escudará, si no lo hizo anoche, en la muletilla de «tomamos nota de lo que los electores nos han transmitido» aunque en el fondo lo que rumiarán será el «qué va a ser de nosotros mismos».

Me contaba un ex dirigente en Murcia que nadie en la cúpula del mando de una organización, sea cual sea, está dispuesto a hacer autocrítica porque, si lo hiciera, la primera medida que debería adoptar sería la de marcharse él y todo su equipo directivo dando pie a una profunda renovación de cargos e ideas.

Todo esto queda tras una campaña electoral embrutecida y chulesca donde las ideas y los programas quedaron reducidos a cenizas desde el minuto uno. En estas semana en las que han vejado al rival, se ha empleado propaganda más propia de dictaduras y se han servido de técnicas mafiosas, nadie ha podido debatir los planes que se proponían para esa Comunidad. Puede ser que hacer ruido oculte la ausencia de los mismos.

Y además, ¿para qué ha servido la crispación? Qué es lo que pensaban obtener tensando la cuerda de la convivencia democrática de los madrileños y por extensión de todos los españoles. Nunca habíamos visto tanta furia en unas elecciones autonómicas de un único territorio.

Madrid, por cierto, una comunidad donde el poder de las decisiones de la alcaldía de la capital, con su influencia en el cinturón metropolitano, es infinitamente superior a la presidencia en la Puerta del Sol.