De vez en cuando afloran al mundo mediático sucesos de apalizamientos a personas homosexuales. Pero no nos equivoquemos, los sucesos de esta índole están siempre ahí. La actualidad recoge sólo unos pocos; y, para casi nada, recoge la violencia larvada en todos los ámbitos y edades. De casi nada tampoco ha servido visibilizar la homosexualidad en los medios. Igual que ocurre con los llamados observatorios, vulgo chiringuitos, para prevenir tal suceso. La homofobia se cuece a niveles muy profundos, tanto sociales como religiosos. Y en muchas culturas es raíz fundacional.

Pero no sobra ninguna medida para prevenir la homofobia. Lo que sí hay que exigir es mayor eficacia. Y la ley tiene que ayudar, supongo que con el endurecimiento de penas, hasta límites que sean brutalmente disuasorios. Aunque la represión de tales actitudes, violentas o no, no debe serlo todo. La Escuela, sí la Escuela. Pero la Escuela no es la panacea. No es la solución. Muchos alumnos han aprobado todas las asignaturas, y eso no los ha hecho entusiastas de tales asignaturas. Cualquier intento de conformar un programa de Educación Cívica que incluya ese aspecto del debido respeto por cualquier forma de sexualidad diferente, no podrá pasar de ser una teoría impartida. Y difícilmente logrará ser una praxis inducida. Acaso habría que educar a los padres o tutores también. O al vecindario incluso. Las masas aprenden despacio. Y no del todo bien. Tolerar no es respetar. La batalla de la Cultura es secular; pero hay que actuar como si estuviera en nuestra mano hacerla de un día para otro.

Casa mal que el machismo, que no cesa o cesa muy poco y que alardea de valentía, encuentre satisfacción en agredir a un supuesto ‘débil’. En realidad, es sublimación de complejos, ahuyentar ‘tics’ propios en sí mismos, que le incomodan; o simple satisfacción de instintos animales en el propio ser. Perdón, animalescos. El análisis psiquiátrico de las manadas que agreden a homosexuales revelaría mucho de la causa que opera en el fondo.

Empero, con todo, aún quedaría un resto atávico de aversión a lo diferente, que se advierte, patológicamente, como contrario. ¿Natural? La lepra o la sarna son también naturales. Lo natural no da credencial de legitimidad a nada. El ser humano debe corregir esos desvíos inhumanos de lo natural. Educación y represión positiva contra la homofobia, en todas sus formas; es una causa de todos. Nuestra orientación sexual, todas las orientaciones sexuales –salvo pederastia y pedofilia– deben ser respetadas, e impuesto tal respeto, con todos los predicamentos.