Hoy es jornada de reflexión de las elecciones autonómicas que tendrán lugar mañana en Madrid, y cuyos resultados (según todas las encuestas publicadas hasta la fecha límite legal del pasado miércoles) parecen apuntar, por un lado, a una abultadísima victoria del PP (con la actual presidenta en funciones como cabeza de lista) y posibles aumentos de porcentaje de votos y número de escaños de Vox, de Más Madrid y tal vez también (aunque en menor medida) de Unidas Podemos. Y por el otro, a un descalabro notable del PSOE y a la desaparición del mapa político madrileño de Ciudadanos, que según la mayoría de esos sondeos obtendría menos del 5% de los votos exigido por la legislación electoral allí y (tras el fiasco en Cataluña) se quedaría ahora fuera de la Asamblea en Madrid.

La verdad es que, a la vista de los resultados que tan rotundamente vaticinan esas encuestas, no parece que los/as madrileños/as vayan a utilizar las horas de esta jornada en lo que toca, o sea, reflexionar sobre las propuestas que las diferentes formaciones políticas les han hecho por boca de sus candidatas y candidatos, más que nada porque si por algo se ha distinguido esta precampaña y campaña electoral ha sido precisamente por la casi total ausencia de propuestas y la extrema polarización, traducida en sobreabundancia de insultos, agresiones y amenazas de una gravedad que por momentos a muchos/as nos ha llevado a considerar la posibilidad de que a algún/a indeseable su propia exaltación le acabara llevando a cometer un despropósito o acto irreparable.

Es el campo de juego que quería y buscaba la propia Ayuso cuando las planteó como una extensión de su estrategia de confrontación directa con el Gobierno central en general y con Pedro Sánchez en particular, que ha marcado la primera mitad de esta legislatura ‘interrupta’.

Es sabido, por lo demás, que ella ya había querido interrumpirla anteriormente, y solo la opinión en contra de Casado había conseguido disuadirla. Y aunque se trate de elecciones adelantadas (que por tanto darán lugar a una asamblea renovada, pero de mandato reducido) difícilmente se podría intentar siquiera discutir sus implicaciones en la política nacional, máxime teniendo en cuenta que tienen origen en la fallida maniobra murciana, que proporcionó a Ayuso una excusa, si no perfecta (Ignacio Aguado —luego defenestrado y sustituido por el más ‘combativo’ Edmundo Bal— insistía hasta casi las lágrimas en que no existía ni la más remota posibilidad de que Ciudadanos hiciera en Madrid como en Murcia) sí al menos creíble. ¿Serán los resultados de las elecciones de mañana los esperados? ¿Serán la última consecuencia del enorme error de cálculo de Ábalos y Arrimadas? Yo tengo para mí que no, pero veremos.