Gran exposición de Artemisia Gentileschi en la National Gallery de Londres, en el año 2020 (acompañando la compra de una de sus obras por ese museo, que, al hacerlo, rompió el ‘récord’ de precio de ventas para una obra pintada por una artista mujer); muestra de Lee Krasner en el Guggenheim Bilbao en 2020; primera retrospectiva de Georgia O’Keeffe en el Museo Thyssen que se inaugura el próximo 26 de abril; inesperado legado de mujeres fotógrafas en el MoMA de Nueva York; en el Museo de Luxembourg de París se celebra la exposición de artistas francesas de los años 1780-1830; en Argentina, este mes se inaugura El canon accidental, una exposición sobre las mujeres pintoras argentinas en el Museo Nacional de Buenos Aires…

Es evidente que ha habido un cambio enorme, y un cambio positivo, en la consideración de las artistas del pasado que conlleva una nueva valoración de las creadoras y también, inevitablemente, de las mujeres.

La foto de familia del Arte ya nunca será la misma. Junto a los trajes, generalmente oscuros y las barbas blancas de los venerables ‘abuelos’, aferrados a sus pinceles y útiles como armas, como títulos de nobleza, se incorporan, por fin, las ‘abuelas’. Algunas todavía desdibujadas, pero no penséis que por ello temblorosas, vestidas cada una al capricho de su época o su moda, los cabellos normalmente recogidos para poder pintar mejor, aferradas a sus pinceles y útiles como armas, como títulos de nobleza… Es la nobleza del arte y el ingenio que se equipara a la nobleza de toga y que las sitúa a un paso de reyes, aristócratas mecenas, gente de gusto, millonarios refinados o, últimamente, tenemos que decir, museos y gente con dinero.

Esa foto no es solo la de una herencia a reivindicar sino que también implica un cambio de paradigma, un cambio con implicaciones artísticas, históricas, pero también sociales.Hay conceptos artísticos, todo un vocabulario de definiciones (y sus consiguientes privilegios) que hasta hace poco solo se aplicaban a varones artistas, las palabras ‘genio’, ‘fuerza de invención’, ‘precocidad creativa’, ‘imaginación poderosa’, ‘impetuosa originalidad’ y finalmente ‘grandes maestros’… Pero como se podrá seguir diciendo eso ocurre cuando…

Se pueden confundir las obras de Artemisia con las de Ribera y algunas hasta con Caravaggio…

No se sabe a ciencia cierta todavía si el famoso cuadro La dama del armiño es obra de El Greco, Sofonisba Anguissola o Alonso Sánchez Coello…

Se descubre que el primer artista en realizar obras abstractas no es Kandinsky o Klee, como hasta ahora se pensaba, sino una discreta pintora sueca que las guardó en secreto más allá de su propia vida, Hilmaaf Klint…

Es muy probable que los primeros ready made no fueran obra de Duchamp, sino de la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven…

¿Acaso la originalidad de Klimt no está muy ligada al tipo de ropa que creaba su pareja Emilie Flöge?

¿La invención de la ‘solarización’ de Man Ray podría deberse a la deliberada invención de Lee Miller?

Y bastantes cuestiones más que, con el tiempo, acabarán por romper de modo definitivo con los estereotipos cada vez más frágiles y falsos de las diferencias en los géneros frente al arte (y muchos otros temas). Para nosotras, es evidente que hay artistas, hombres o mujeres, más mentales y fríos, frente a otros más emocionales y sensitivos… pero esto no depende de su género, sino de su temperamento, educación y demás circunstancias de su época y vida.

Creemos, además, que es un error considerar que se alcanza la igualdad en estos aspectos solo por el hecho de hacer exposiciones que incluyan de forma solitaria la creación femenina. La verdadera paridad solo se logrará (y la verdadera revelación histórica) cuando se expongan hombres y mujeres a la vez, señalando detalladamente las circunstancias y las estructuras (históricas, sociales, económicas, etc.) que han definido y conformado su vida y obra.

En realidad, se trata de reconocer otra mirada, la de la mujer, que durante siglos no ha tenido el poder, cuyas estrategias vitales y artísticas se han visto alteradas por esa condición… En ese sentido, la mirada de la mujer descolonizada y ‘despatriarcalizada’, en igualdad de condiciones educativas y económicas que el hombre, es el elemento esencial que debe ser tenido en cuenta y cuya participación es clave.

Solo así, con la absolutamente paritaria colaboración femenina, se podrá dar la correcta reconstrucción del pasado artístico y el advenimiento del futuro creativo.