El concepto, y también el nombre, se va imponiendo. No sólo se llama de Transición Ecológica el actual ministerio de Medio Ambiente español, sino que también esta nueva denominación se va extendiendo en consejerías autonómicas, concejalías de Ayuntamientos, instituciones y leyes. 

El fuego lo abrió el ministerio de Medio Ambiente francés cuando en la década anterior pasó a llamarse ministerio de Transición Ecológica intentando mostrar, muy acertadamente, un avance de concepto en la forma en la que debemos entender los retos ambientales de la sociedad actual. 

Los nuevos tiempos y las nuevas perspectivas, puestas radicalmente de manifiesto con la crisis de la Covid 19, exigen reforzar el concepto de protección ambiental que hasta ahora imperaba en la política y en las organizaciones. El concepto de transición se adecúa muy bien a la necesidad de apostar por una concepción de la protección ambiental que tenga un carácter activo, y que por tanto no se ciña a reaccionar para parar la contaminación, el cambio climático o la pérdida de paisajes y de biodiversidad, sino que enfoque un camino para modificar de forma importante la misma forma en la que las sociedades nos relacionamos con nuestro entorno y el modelo productivo y social que está detrás de las consecuencias ambientales del desarrollo.

La primera acepción de la palabra transición de la RAE es muy explícita: «Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto». La sugerencia de esta definición es clara en materia de medio ambiente: se trata de pasar de un modelo de producción y consumo insostenible, tóxico, ineficiente, depredador de los paisajes y la naturaleza y basado en los combustibles fósiles, a otro sostenible, basado en la economía circular, la eficiencia, la conservación de la naturaleza, la concienciación ambiental de la población, la eco-industria, la agricultura ecológica y las energías renovables. Ni más ni menos.

La transición ecológica es uno de los grandes retos a los que la sociedad se está enfrentando actualmente y que marcará el próximo futuro. Dos asuntos clave, el cambio climático y la pandemia de coronavirus, nos muestran que el camino común será hacia la sostenibilidad o hacia el desastre, no sólo ambiental sino también social y económico. 

Y en este camino hay que ir más rápido y con más ambición. En concreto, sobre Covid 19, aunque muchos análisis y prospectivas están identificando los problemas, no hay iniciativas, ni internacionales, ni estatales, ni regionales, destinadas a ir al fondo ecológico del asunto. Ni un proyecto de tratado internacional, ni de directiva comunitaria. Ni una sola propuesta de peso para corregir la forma en que las sociedades humanas estamos organizando la economía postindustrial y la manera radicalmente insostenible en la que nos relacionamos con nuestro entorno. 

Si los avances en biología y medicina dicen mucho de nuestra capacidad como especie, la cerrazón en política global y en sociología dice todo lo contrario.