Lo sé. Muchos de ustedes se preguntarán quién era San Virila: un monje benedictino del siglo XI del monasterio de Leyre en Navarra al que la leyenda le otorga el récord mundial de siesta.

Cuentan las memorias de la abadía que el religioso salió una tarde a dar un paseo para descansar a la sombra de un árbol cuando confortado por el canto de un ruiseñor entró en éxtasis, con tal intensidad, que cuando regresó nadie conocía su existencia. Habían pasado trescientos años.

Tanto no, pero dos años sí que parece que dura ya el sueño de nuestros diputados de la Asamblea cuando el otro día, recién salidos este abril de la ancha pausa navideña y el estrecho pasillo de la censura, participaban del debate del ‘silvestrismo’, a la sazón, captura con redes de pajaritos cantores para su cría y solaz entretenimiento musical de sus cazadores.

Enfrascados en una cuestión tan vital para el futuro de esta Región, sus señorías, ensordecidas por el trinar de las aves, parecían no escuchar la voz de la calle que reclama de sus representantes políticos respuestas urgentes (también del legislativo), al desempleo, la pérdida de calidad y nivel de la enseñanza provocada por la ausencia de los los alumnos de las aulas dos cursos ya, las amenazas sobre los trasvases o una sanidad pública exhausta por la pandemia.

Con estos y otros episodios como las luchas fratricidas dentro de los partidos se da pábulo a los extremistas que dudan de la utilidad de los Parlamentos autonómicos y se alarga la distancia entre los intereses de los representantes y los de sus representados.

Al contrario que al monje, al que al menos su contemplación de siglos le hizo acreedor a los altares, a los diputados de esta legislatura su ensimismamiento en los asuntos banales y su despiste para detectar los cruciales puede que les haga culpables de que sus formaciones, los que tienen, sean denostadas por muchos electores.

Sus señorías tienen un bienio para desperezarse una vez que han consumido más de la mitad de la legislatura (si no hay anuncio de anticipadas en octubre) teniendo en cuenta que la anterior fue disuelta el 2 de abril del 19 para la convocatoria de elecciones.

Hay tiempo, a pesar de la existencia de siete voluntades en cinco grupos parlamentarios, para que se dejen de gorjeos, atiendan las voces de la sociedad murciana y no hagan como el abad San Virila.