Si el ‘Apóstol del Árbol’, Ricardo Cordoniú, levantara la cabeza, seguramente se deprimiría o emprendería una cruzada para salvar los árboles de la ciudad que, desde hace lustros, están siendo abatidos por la motosierra del ayuntamiento de Murcia, que durante los gobiernos populares no ha descansado ni un minuto.

El gobierno del exalcalde Miguel Ángel Cámara tuvo varios ediles letales para los árboles. Tanto es así que uno de ellos fue apodado ‘el concejal motosierra’. De la mano de los populares murieron bajo la tala inhumana ejemplares fantásticos como los que custodiaban la sede en Murcia del Banco de España, que disponía en su puerta de bellos árboles. Fueron eliminados, o al menos eso se dijo, por la petición de una asociación de patrimonio que argumentó que las ramas no dejaban ver la fachada de tan emblemático edificio.

A la vuelta de los años tan tamaño disparate no ha supuesto nada positivo para el Banco de España, puesto que prácticamente nadie repara en la supuesta belleza del edificio ni nadie se detiene a contemplar su fachada con admiración. Si acaso, con curiosidad por tratarse de la sede del Banco de España en la capital.

Tampoco se libraron de la motosierra los elegantes árboles que había en la puerta de la casa consistorial de la Glorieta, que se habían convertido en todo un símbolo y que incluso aparecían en el logotipo que se utilizada para ilustrar la sede del Ayuntamiento capitalino. No les tembló el pulso para dejar la puerta de la Glorieta pelada. Como tampoco le ha temblado el pulso al PP del exalcalde José Ballesta para afeitar la masa arbórea de la Cárcel Vieja en aras de una remodelación que dejará con poca sombra un edificio histórico, según el proyecto presentado.

Tampoco se ha librado la Redonda o plaza Circular, cuya contemplación actual trasmite una profunda tristeza por el bocado que se le ha dado a los grandes árboles que la habitaban. El espacio de los árboles talados ha sido sustituido por hormigón y cemento, vulnerando una vez más la Declaración del Derecho al Árbol en la Ciudad, que se aprobó en Barcelona en 1995 y que fue suscrita por Murcia en 2002.

Conviene a los gestores públicos repasar lo que el municipio firma. Así se darían cuenta de los compromisos adquiridos tales como que «la ciudad necesita del árbol como un elemento esencial para garantizar la vida». Una sencilla frase cuya importante filosofía ha sido pisoteada una y otra vez por el Ayuntamiento capitalino. Y en éstas, llegamos al mayor atropello: las obras que se están haciendo en el Malecón (declarado BIC) que van a suponer más cemento y hormigón en un jardín ya degradado como jardín botánico, del que ha ido desapareciendo masa arbórea sin que nadie haya dado explicaciones.

Un patrimonio colectivo que ha sido degradado, hurtando a los ciudadanos los valores que conlleva el arbolado urbano desde un punto de vista ambiental, ecológico, social, paisajístico e incluso económico, ya que revalorizan las zonas urbanas. Y esto no es una opinión, es uno de los postulados que contiene la ordenanza municipal de Áreas Verdes y Arbolado Viario del ayuntamiento de Murcia, una normativa que no parece ser conocida por los representantes públicos.

El Malecón, el jardín más extenso que tiene la ciudad y el único pulmón de Murcia, está herido de muerte por la dejadez y abandono de lustros, que ha provocado la desaparición paulatina de ejemplares de lo que antaño fue el jardín botánico, uno de los más antiguos de España. También ha contribuido a ello la presencia de eventos y actuaciones en Fiestas de Primavera, verano y Feria de Septiembre y la instalación de recintos que atraen a miles de ciudadanos para beber y comer.

En la actualidad, los vecinos de la zona se han levantado y han denunciado el proyecto de remodelación que se está ejecutando por parte del Ayuntamiento, que lleva el sello de los populares, y han llevado sus quejas a la actual concejala de parques, del PSOE, Ainhoa Sánchez, que de momento ha dicho que no se pueden parar las obras.

Habrá que hacerse ‘un baronesa Thyssen’ (Carmen Cervera se opuso al proyecto del ayuntamiento de Madrid de talar árboles en la puerta del Museo para ampliar los carriles de tráfico), encadenarse a los árboles y gritar alto y claro: «No a la tala». Por nadie pase.