Buenos días. Ustedes seguramente habrán notado que en las películas americanas los personajes no se saludan ni se despiden casi nunca: llegan como Juan por sus viñas y entran directamente al trapo sin más preámbulos, con las aguaderas puestas, como quien dice. Y lo mismo hacen al despedirse, dando la espalda sin consideración alguna.

Frente a esta llaneza rayana en la descortesía, los que por estos lugares veíamos esas películas desde siempre hemos tenido el saludo o la despedida como un signo de respeto o de confianza, como el marco adecuado para la conversación y el entendimiento, empezando por el ‘Ave’ latino, que tanto oímos en el cine de romanos. Y de ahí, al ‘Ave María Purísima’ del buen cristiano, para seguir con el ‘Buenos días’, pleno de buenos deseos, al que luego se le amputó el devoto ‘nos dé Dios’, no se sabe si por economía o descreimiento. Aunque este explícito ‘Buenos días’ podía reducirse a un enigmático ‘Buenas (horas)’ que, recordando el rezo de las Horas, servía para saludar mañana, tarde y noche, y a todas horas. ‘Buenas’ que podían elevarse al superlativo ‘Muy buenas’, aunque en uno y otro caso se consideraba un saludo demasiado llano e informal, en competencia con ‘Hola’, ‘Qué tal’, o el ‘Salud’ de tintes laicos y anarquistas.

Pero en muy poco tiempo, como de la noche a la mañana, habrán notado que nuestro expansivo y optimista ‘Buenos días’, ‘Güenos días’ o ‘Guoh díah’ (de todas estas maneras se puede decir), que desea buenandanza sin límites, no para hoy, sino para todos los días y, por extensión, para toda la vida, ha sufrido una restricción radical de número, de manera que el vendedor de iguales de la esquina nos dedica un sonoro y antes nunca oído ‘Buen día’, y ‘Buen día’ nos dicen el locutor de radio y el presentador de televisión ya de buena mañana, y ‘Buen día’ le oímos al tonto del pueblo y al concejal de Juventud y Bienestar Animal de la ciudad, que en esto no hay rango ni distinciones.

Y entonces pensamos por un momento que este saludo singular nos europeíza y nos pone a la altura de los ‘Bonjour’ de los franceses y ‘Buongiorno’ a la italiana, tan cicateros y recortejanos. Pero no: no tengan dudas de que su origen está en el moderno talibanismo territorial, que nos hace adoptar expresiones de las lenguas regionales (recuérdense ‘Rías Baixas’, València’, ‘Maó’…), no por conveniencia y utilidad, como se hizo siempre, sino en el deseo de congraciarnos con sus fuerzas vivas, para que vean que en Écija, La Puebla de Sanabria y Alcantarilla hemos calcado el ‘Bon dia’ de los catalanes o el ‘Bo día’ gallego, con los que oímos saludar a personajes públicos y figuras mediáticas, mientras aquellos se esfuerzan en relegar o prohibir nuestro espléndido y generoso ‘Buenos días’, incluso en el patio de la escuela.

Así que llegará un día en que nuestros ‘Buenos días’, ‘tardes’ o ‘noches’, y el ‘Muy buenas’, que sólo oímos a algunos habladores silvestres y, oh prodigio, a los presentadores de programas deportivos, sean solo una reliquia del pasado, cuando todos digamos, no ya ‘Buen día’, sino el original ‘Bon dia’ o ‘Bo día’; si no es que decimos ‘Egun on’, ‘Arratsalde on’ o ‘Gabon’, con lo que enriqueceremos sin duda la Babel de nuestros decires, aunque no nos entendamos.

Pero yo, como última voluntad, les pediré a ustedes que, haciendo una excepción, me dejen seguir usándolos. Así que buenos días. Agur.