El empresario López del Hierro le ha dicho al juez que él no es el López del Hierro de los papeles de Bárcenas. Javier Arenas ya dijo que ese Javier Arenas sería otro Javier Arenas. Nadie conoce a nadie. Cónocete a ti mismo, recomendaba el clásico. Si el clásico compareciera ante un juez tal vez diría no me reconozco. Sociedad amnésica. Ah, ¿sí? No me acuerdo. López del H., que así figura en la papela barcénica, donó presuntamente millones de euros al PP y ahí es donde uno ve lo punible, por Dios, pudiendo gastarse el dinero en sellos, viajes, bufandas, colegios caros, bibelots o epitalamios va y lo dona a un partido, que como todo el mundo sabe, son artefactos no para propagar ideas y sí adhesiones. Aquí hemos pasado del «usted no sabe con quién está hablando» a ni yo sé quién soy. López del Hierro se ha puesto metafísico: no me reconozco.

Ya recomendaba Yourcenar en Las memoras de Adriano la observancia de los demás, de uno mismo y la lectura de libros como método trifásico para conocer al hombre, al ser humano. Pero Del Hierro lo que hecho es leer papeles en vez de libros y concluir que no es él. Del Hierro hace una férrea defensa. De él. Nadie es nadie, es la línea de defensa y aquí, señoría, tenemos todos nombres vulgares.

Si había más de un López del Hierro y más de un Javier Arenas, suponemos que José García habría doscientos. Francisco Pérez, trescientos y puede que hasta hubiera un Mariano Rajoy bis, tres Ángeles Acebes y a lo mejor hasta dos Bárcenas, uno del que todo el mundo trincaba y el otro al que nadie conoce. Se abre paso la idea filosófica de anticipar el olvido que seremos: ese no era yo y si me he visto no me acuerdo.

La memoria es cruel salvo si tienes millones de euros para dar a un partido, que entonces es nula. Conviene no olvidarse de que hay gente que nunca se acuerda de nada. Hay personas cuya misión es ser un agente doble de sí mismo.

Ese yo del que usted me habla. Listos de papeles.