Estamos asistiendo a la política de vodevil, de la falta de seriedad, del espantajo, que nos hace pensar que algo hemos hecho mal los españoles para contar con esta pléyade de políticos que han hecho de esta noble profesión (muchos no conocen otra) una continua trampa a las normas de convivencia que todos nos dimos hace tiempo. Y así, mientras en Madrid, el PP ha intentado engañar a la Junta Electoral, colándoles un carnet de identidad hecho a prisa y corriendo por sus candidatos Toni Cantó y Agustín Conde cuando ninguno de los dos estaba empadronado en la Comunidad de Madrid antes del 1 de enero como marca la ley electoral para poder ser candidatos en los comicios del 4 de mayo, ha tenido que ser el juzgado de lo contencioso-administrativo número cinco de Madrid el que ha anulado la inclusión del exportavoz de Cs en las Cortes Valencianas y del exalcalde de Toledo de la lista electoral de Isabel Díaz Ayuso a las elecciones de la Comunidad de Madrid. Y si eso parece poco serio, en la Región de Murcia el espectáculo político es digno del género teatral que utilizaba Valle-Inclán, o sea, el esperpento.

Sí, aquí, se nos es dado asistir a una rocambolesca moción de censura donde a los que había que recompensar se les distinguió con una consejeria (yo siempre creí que estos puestos eran más caros), para días más tarde contemplar que uno de esos premiados, tan premiado que sin ser titulado se le distinguió con la consejería de Universidades, renunciaba a dicha consejería para ser el portavoz del Cs, o sea, el portavoz de las siglas a las que traicionó, haciéndonos pensar que el cinismo, la impudicia, la desfachatez, la desvergüenza de algunos, no tiene límites.

Pero obviamente lo que tampoco tiene límites es la poca exigencia que López Miras, el presidente de este Gobierno tan cambiante, tiene para hacer la selección de los miembros de su gabinete, donde al parecer cabe todo. Y si en ese su Gobierno cabe un consejero que sin ser titulado puede ocupar tan ricamente la consejería de Universidades, en ese mismo Gobierno, tan frívolamente elegido, puede tener cabida también, de hecho la tiene, una consejera de Educación y Cultura, Mabel Campuzano, que utiliza un tono impropio del puesto que ocupa para pregonar a los cuatro vientos que no se va a vacunar de la Covid-19. Y alguna responsabilidad tiene el presidente.

Esta consejera y diputada regional, expulsada de Vox, cuyo único mérito para ocupar ese puesto, teniendo en cuenta las pocas exigencias del señor López Miras a la hora de elegir a los miembros de su Gobierno, ha sido encontrarse en el lugar justo, en el momento adecuado, ha dicho con tono chulesco: «No voy a estar aquí haciendo una defensa de la vacuna y luego no vacunarme, eso me parecería bastante mal». Eso dice: le parecería bastante mal.

Pues imagínense lo que puede parecerle a cualquier persona, con un mínimo de sentido común, el que en unos momentos en los que el país está como está con la pandemia, en los que todos vemos como única solución a tanto desasosiego la vacuna, alguien que ocupa una consejería en un Gobierno autonómico, se muestre negacionista y dé extrañas explicaciones sobre las bondades, o no, de la vacuna. Porque teniendo en cuenta que ella aboga, también, por eso llamado pin parental y que será, según dice, «una autorización del padre para asistir o no a una charla en las actividades extracurriculares», quien nos asegura que no va a impartir sus ‘enseñanzas’ a los colegios que están bajo su administración. Miedo me da.

Por cierto, no se si esta señora se ha enterado de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que la vacunación obligatoria es «necesaria en una sociedad democrática». Claro que también serían necesarios otros gobernantes.