Se anuncia el próximo levantamiento del Estado de Alarma, tras haberse cumplido más de un año del día en que la emergencia sanitaria nos obligó a permanecer en nuestros hogares, momento en el que todo cambió: la forma de relacionarnos con nuestros familiares y amigos, hábitos de compra, la manera de trabajar… convirtiéndose la tecnología en una herramienta fundamental para poder continuar con nuestras vidas.

Durante los días en que los dormitorios se transformaron en escuelas y universidades, se puso de manifiesto una realidad que creíamos propia de países en vía de desarrollo y, sin embargo, era más cercana de lo que imaginábamos: la brecha digital dividía a los estudiantes que seguían recibiendo sus clases a diario respecto de aquellos que no tenían ningún tipo de actividad docente o, en el mejor de los casos, ésta se reducía a un listado de tareas que el alumno debía hacer, pero sin ningún seguimiento por parte del docente.

La brecha digital siempre se ha atribuido a la falta de medios, y es cierto que sin los recursos tecnológicos adecuados no se puede desarrollar la docencia. Pero ¿qué sucedió con aquellos colegios, institutos o universidades que disponiendo de Chromebook, instalaciones y ordenadores no pudieron continuar con su docencia?

Como responsable de la transformación digital de la UCAM me siento muy orgullosa de pertenecer a ese grupo reducido de universidades que fuimos capaces de impartir toda la docencia ese lunes 16 de marzo de 2020; eso sí, cambiando las aulas por los salones de casa. La clave de la transformación digital, en nuestro caso, no ha sido la tecnología, sino las personas, centrando los esfuerzos en la capacitación en competencias digitales del profesorado, así como en un servicio continuo de acompañamiento, tanto a los docentes como al alumnado. Quisimos resumir ese espíritu en un lema: «El valor lo aportas tú».

El proceso vivido durante este tiempo en nuestro país, y fuera de él, ha dado lugar a voces críticas que consideran que ha habido una transformación de la enseñanza ‘hiperacelerada’ por la pandemia. Pero en este punto es muy importante no confundir la enseñanza presencial adaptada usando los medios virtuales con la metodología de enseñanza virtual.

La primera de ellas, presencialidad adaptada, es consecuencia de la situación actual y viene a cubrir una necesidad de continuidad de los estudios en los diferentes niveles formativos. Pero existe un modelo de enseñanza muy consolidado, virtual o a distancia, con metodologías propias muy diferenciadas del caso anterior, que buscan formar a personas cuyas circunstancias personales o laborales les impiden acudir a los centros docentes.

La experiencia formativa del alumno es el elemento clave. Con técnicas como la realidad inmersiva simulamos laboratorios donde el alumno puede realizar experimentos con todas las medidas de seguridad. Con la potencia de la realidad virtual podemos ‘entrar dentro de un coronavirus’ para observarlo o impartir una clase de windsurf.

Y es que, en todos los casos hay un factor común; la necesidad provoca el cambio. La tecnología es el medio y la imaginación marca el límite de las posibilidades. Como dijo un buen amigo y compañero de profesión: «Si San Pablo pudo evangelizar hace 2000 años pese a estar preso, qué no vamos a poder hacer nosotros con toda la tecnología a nuestro servicio».