Norbert W. Bolz es un filósofo alemán, teórico de los medios de comunicación, y ha sido profesor en la Universidad Técnica de Berlín. Aunque cobró fama, en 1981, al defender la Filosofía Pop recomendando leer el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari «mientras vas al cine o escuchas un disco», hoy día, después de atravesar la marea postmodernista, mantiene que «lo que llamamos modernidad, es decir, el período entre la Ilustración europea y la Primera Guerra Mundial, nos sobrecargó de imposiciones idealistas y nos atrajo con ideales humanistas. Por eso tenemos hoy una actitud ambivalente hacia la modernidad: es una utopía y una pesadilla. Y por eso es tan difícil para nosotros entrar en una nueva era con confianza.

«Tenemos un trauma de destete de la era moderna que terminó» (Theorie der Müdigkeit, 9 junio 1997, en Telepolis). Ha desembarcado Bolz en el ejercicio del librepensamiento, y recientemente lo leemos en una entrevista en la revista alemana Philosophie, de la que constatamos estas declaraciones desde el centro de Europa a su entrevistadora Svenja Flasspöhlerf, que pregunta: «Señor Bolz, en su libro Avantgarde der Angst critica el uso del Miedo, que atribuye particularmente a nuestro manejo del cambio climático ¿pero no tenemos razones para tener miedo?», y contesta Bolz: «Por supuesto que no soy tan idiota como para negar el cambio climático. Me preocupa más responder a los datos y las previsiones de las que disponemos. Y ahí se ve muy claramente que esta reacción ha estado en los medios de comunicación desde hace muchos años, pero lamentablemente también cada vez más en la política, y ya no es sensata y no se lleva a cabo en el sentido de una discusión democrática sino que quiere crear pánico, histerismo».

Bolz manifiesta su confianza en las habilidades científicas y técnicas de nuestra civilización más que en el temor a los fenómenos naturales, y por ello, en su libro, desarrolla «una crítica de la histeria y el pánico» y, de momento, «los humanos difícilmente son responsables por sí solos del cambio climático… sería una arrogancia inconcebible imaginar que la gente podría manipular completamente el clima». El enfoque debe ser más en el sentido de que «hay una plétora de otros factores que dan forma al cambio climático. Hay investigaciones sobre esto que no se discuten. Siempre ha habido edades de hielo, y siempre ha habido una industria del miedo. Después de todo, hay muchas personas que se ganan la vida de manera excelente con el miedo que infunden a los demás. Se trata de sólidos intereses económicos y políticos».

La entrevistadora lo tilda de teórico de la conspiración, y le pide un ejemplo. Bolz contesta: «Tomemos a Greta Thunberg, por ejemplo, con sus actuaciones y ofertas de libros. Los medios de comunicación se benefician del inminente apocalipsis. La industria de las turbinas eólicas. The Great Reset, en el que los gerentes globales quieren usar la coronavirus-censura para reorganizar por completo la sociedad global. El lavado verde de la industria de bienes de consumo».

Bolz propone estudiar un problema central, a saber, la cuestión de la previsibilidad del futuro: «Pensemos en el pronóstico del tiempo: si el pronóstico del tiempo es de más de tres días hacia el futuro, es casi irrelevante como pronóstico. Puede resultar como se predijo, pero también puede resultar completamente diferente. Eso se debe a que el clima es un sistema extremadamente complejo. Y eso significa que nadie puede predecir cómo se desarrollarán realmente estas cosas a largo plazo. Por cierto, esto también se aplica a los desarrollos políticos y económicos. Básicamente, se trata de la cuestión de la previsibilidad de las condiciones mundiales. Y la ciencia, que en mi opinión debería ser decisiva en estas discusiones, a saber, la teoría de sistemas complejos, siempre asume que hay muy poca predictibilidad». Y el corolario crítico de Bolz: «Pero Greta Thunberg nos pide que entremos en pánico, y con eso todo lo que quiero decir aquí se resume en una frase. Con eso, básicamente está diciendo: quiero que dejes de pensar y calcular, y en cambio sigas a las personas que están pintando el apocalipsis en la pared y ahora quieren tirar del freno de emergencia en el tren de la civilización».

Bolz, a instancias de su entrevistadora, comenta el ‘miedo alemán’ como ejemplo para explicar las políticas del miedo, y dice: «Fue infinitamente reforzado por las dos guerras mundiales, que no simplemente se perdieron, sino que acumularon una gigantesca montaña de deudas y culpa. Los alemanes, que alguna vez fueron campeones mundiales del mal, todavía están trabajando hasta el día de hoy para eliminar esta culpa y convertirse en campeones mundiales del bien. Somos los primeros en cerrar las plantas de energía nuclear mientras los demás construyen otras nuevas. Y básicamente, queremos deshacernos de todos los automóviles. La victoria del apocalipsis es que nos hace a todos iguales. El profundo resentimiento que subyace en la exigencia de igualdad se satisface de repente».

Duda incluso Bolz de que igualdad y justicia sean la misma cosa, pero ciertamente, el miedo no será jamás una solución, sino una amenaza. La amenaza de Greta y los suyos. Nosotros añadimos que el miedo es el engrudo por el cual Leviatán hace que el pensamiento sea único y todos hagamos caso a la indocumentada Greta Thungberg y las formas cimarronas y agrestes de sus cotidies y, de paso, nos flajelemos con esa especie de ‘miedo alemán’ que cubre poco a poco el planeta en base a esas teorías verdes o ecológicas más simples que el mecanismo de un chupete y para las que piden que les aplaudamos y les llenemos de lisonjas y sirope... pero en el sirope, amigos, siempre se termina resbalando.