Pues claro que sí, el virus chino. Ni covid, ni coronavirus, ni pandemia; ni, mucho menos sars-covid.19: el virus chino, así de claro. Denominado por el lugar de origen. El virus de Wuham no pega porque el topónimo no tiene fortuna lingüística. Y punto. En lo de chino para nada entra la génesis del tal virus, ni murciélago que valga, ni pangulín, ni laboratorio canalla de la guerra vírico-bacteriológica, que lo hay.

Y menos aún importa si fue sacado del arsenal biomédico wuhanés por descuido o porque sí.

Por cierto, si fue para expandir el mal por el mundo y adueñarse de él, según reza la doctrina de la conspiración, vaya un arma vírica de caca con eme inicial: en año y medio ha matado a tres millones de personas, muchas menos de las que han nacido en ese tiempo. Que conste que no frivolizo con las muertes. Dos amigos míos se han ido con este virus chino, lo que hago es desmontar esta precisa teoría de la conspiración, que tanto gratifica a muchos, cada vez que la entrevén en el horizonte.

Así las cosas, decir virus chino no es un acto de supremacismo occidental. Para nada. También llamamos mal francés a la sífilis. Porque a Italia llegó de Francia. La promiscuidad sin tregua ni límites es condición humana, no exclusivamente francesa. Por cierto, en Francia se llama morbo italiano.

Y para qué hablar de la gripe española, que no era española. Era de Kansas, y la trajeron a Europa las tropas norteamericanas, en la Primera Guerra Mundial. Pero únicamente en España no había censura de guerra. Y por eso, los periódicos intraibéricos hablaban de la gripe libremente. Circunstancia que agarraron por los pelos los periodistas en zona de guerra para escribir sobre la gripe, cargando culpas a país extranjero, sin temor a represalias de las autoridades militares, por supuesto, del suyo.

De la misma manera que las denominaciones cepa británica, cepa sudafricana o cepa brasileña no tienen nada que ver con la culpabilidad de los Gobiernos respectivos o de sus ciudadanos. En los territorios de esos países ha ocurrido la fatal circunstancia de que la duplicación de un virus ha coincidido con que era la X vez que tal duplicación se efectuaba. Al número X figúrenselo con tantas cifras, o más, como estrellas hay en el Universo.

Y ya está. Pudo haber sucedido en Tombuctú, en Socuéllamos o en Samarcanda.

Los virus, con el adjetivo proveniente del topónimo de su procedencia. Y aquí paz, después gloria, y más tarde, como siempre a empezar de nuevo.

Ya está.