Alberto Castillo, Isabel Franco, Mabel Campuzano, Valle Miguélez, Francisco Álvarez, Juan José Liarte y Francisco José Carrera, podréis esconderos en vuestras propias mentiras, convenceros de que todo lo que habéis hecho es por responsabilidad y por España, pero en vuestro interior, en vuestras conciencias, cuando os quedéis solos, desnudos frente al espejo de la verdad, no podréis esconderos. Nos habéis engañado, y lo que es peor, habéis traicionado la voluntad popular.

El presidente de la Asamblea no será recordado como el Presidente Pregonero, sino como el peor presidente de la Asamblea que se recuerda, y encima, se ha convertido de manera consciente en el primer presidente tránsfuga de la Comunidad autónoma de Murcia. Una lástima que él solo se haya metido en los charcos de la intransigencia y del sectarismo, y su paso por el poder legislativo será recordada con mucha más pena que gloria. Ya lo dijo hace tiempo él mismo: «No nos engañemos. Toda la podredumbre de Madrid comenzó con el Tamayazo, ahí estuvo el origen de toda esta MAFIA CORRUPTA».

Lo mismo ocurrirá con sus tres compañeros tránsfugas de Ciudadanos: si ya la losa de la más que presunta manipulación en las primarias se hace pesada, ahora, con su falta de credibilidad agotada y paseada por el barro de la decadencia, han demostrado que no les importa la sociedad. Ni autónomos, ni trabajadores, ni los discapacitados, ni LGTBI y mucho menos el bienestar general, sino el suyo propio. Han demostrado que solo sus intereses partidistas han sido sus únicos argumentos para tomar decisiones. Y por si faltaba algo, su sed de venganza contra quienes fueron sus compañeros no tiene límites.

Pero si los ex de Ciudadanos, empezaron a escribir sus últimas líneas en la vida política regional cuando renunciaron hasta de su propia firma (Roma no paga traidores), los ex de Vox, no solo nos han engañado, sino que se han reído de sus propios votantes en su cara.

No querían acabar con el modelo territorial que viene recogido en la Constitución española, sino vivir de él. Su sectarismo, su radicalidad, su negacionismo, su homofobia, su xenofobia, su piel de cordero sobre su cuerpo de lobos, ha quedado al descubierto cuando ha llegado la hora de la verdad. No son patriotas, se esconden tras el capote del torero, tras la escopeta del cazador y van a misa diaria a darse golpes de pecho al mismo tiempo que llama, uno de ellos, conejos a los hijos de madres solteras, o como la consejera se mofa de los más de 20.000 profesores que en un ejercicio de responsabilidad han hecho caso a la ciencia y se han vacunado.

Los traidores de Vox no son solidarios, sino insolidarios; no son patriotas, sino antipatriotas, y tras escucharles algunos comentarios sobre las personas que se juegan la vida huyendo de la muerte y la miseria, de las personas que tienen dudas sobre su sexualidad, o poner en duda la violencia de género deberían plantearse muy seriamente no utilizar el nombre de Dios en vano.

Así que más allá de traiciones y venganzas, de insultos y mentiras, la realidad es tozuda, y al final del espectáculo tenemos un Gobierno regional compuesto en parte de tránsfugas, pero lo peor es que la Asamblea Regional ha quedado deslegitimada.

Yo no la reconozco ya como una Asamblea legítima.