En las últimas semanas hemos asistido a un espectáculo atroz de compra-venta de voluntades, de intercambio de principios, de dentelladas a la democracia. El presidente de la Región ha decidido sacrificar el régimen de nuestra convivencia, quebrando nuestras normas básicas para seguir dirigiendo un barco que hace tiempo navega sin rumbo y sin destino. Para ello, ha corroído nuestros principios elementales, resquebrajando los pilares democráticos y demoliendo la dignidad de las instituciones. Pero, además, ha abierto las puertas de San Esteban a los defensores del fascismo para que tambaleen los cimientos, también desde dentro. Cuarenta años de paz y algunos no han aprendido nada. O peor aún, están contribuyendo a repetir la historia de forma consciente.

Han dejado, sin rubor, la educación y la cultura en manos de radicales y han abierto el melón de la censura en las aulas, a sabiendas de que en nuestro Estado de Derecho esto no tiene cabida. Quieren controlar a las futuras generaciones para perpetuar sus rancios postulados y saben que esa es la fórmula. Pero saben también que no lo van a tener fácil, porque, sin duda, haremos uso de la Ley para parar sus sucias pretensiones.

Por el momento, les basta con abrir el debate. La batalla cultural alimenta sus filas. Y con ella, además, evitan que apreciemos su absoluta ignorancia y lo que esconden tras el ruido.

Pretenden que el árbol nos impida ver que están talando el bosque. Llevan décadas haciéndolo. Años tajando poco a poco nuestra escuela pública, que cada vez adolece de males mayores en esta Región. Les estorba, no creen en su poder transformador y no tienen ningún reparo en machacarla, hasta que muera por inanición.

Minan todo atisbo de progreso, recortan sus presupuestos y apalean su espíritu. Falta inversión, pero falta sobre todo voluntad y compromiso. Falta, incluso, vergüenza, mucha.

Un claro ejemplo es la semipresencial que han instalado en nuestras aulas. López Miras ha sido el único presidente autonómico en mutilar el derecho de los escolares a asistir a clase, rompiendo con ello la igualdad de oportunidades que persigue la escuela y cercenando las expectativas de miles de alumnos que han visto truncado el curso.

No ha tenido el más mínimo reparo en castigar a nuestro alumnado, cuya desventaja con respecto al resto de españoles, que continúan con normalidad sus clases, será demoledora. Ha puesto a nuestros menores a la cola, mientras él pelea, con prácticas ilícitas, por permanecer a la cabeza de un Gobierno corrupto. Ha tomado el pelo a las familias, llevándolas en palabras durante meses, mintiéndoles descaradamente. Y ha vendido, sin tapujos, a nuestra comunidad docente.

Y lo ha hecho porque no le importan, porque para él la educación carece de valor. Tenía el dinero, se lo envió el Gobierno de España, tenía la voluntad de la comunidad educativa y la experiencia del resto de Gobiernos autonómicos. Pero ha jugado a ser Dios y en el juego hemos perdido todos para que él gane.

Por lo pronto, el alumnado de Primaria perderá a final de curso cerca de los 40 días de clase. Los de Secundaria, la mitad de su horario lectivo. Y, como consecuencia, perderá la Región y su futuro, que depende de quienes hoy están abandonados a su suerte.

Se lo ha cargado todo. La dignidad, la vergüenza, la honradez.

Pero no está solo. A la nueva consejera ultraderechista le ha bastado media hora para olvidarse de su compromiso parlamentario con la vuelta a la presencialidad y se ha alineado con el presidente, tragándose sus escrúpulos, si es que los tenía. Hoy deberían estar todos nuestros niños en sus aulas, pero la vuelta completa no llegará. Este tercer trimestre será, como los anteriores, a medio gas.

Pierden los de siempre, nuestros niños y jóvenes. Han sacrificado su formación, les han expulsado de sus aulas, han sido usados como mercancía en el trueque de la indecencia. Por eso jamás tendrán perdón.

Sin embargo, entre tanta miseria hay esperanza, un batallón de profesionales que libran la ofensiva en las aulas. Su trabajo callado e incansable nos hace pensar que no está todo perdido. Mucho debe agradecerles esta Región por su valentía, por haberle plantado cara a los bárbaros para proteger nuestro bien más preciado. Sin duda alguna, estamos con ellos y juntos conseguiremos el esperado cambio.