En Atapuerca tenían el cerebro más pequeño, pero igual lo utilizaban mejor. Cazar y follar. Quizá lo segundo no pega con algunos nuevos ejemplares homínidos del Gobierno regional de Murcia, pero lo primero creo que constituye su línea cultural prioritaria. Lo del sexo no lo dice este pobre amanuense sino un sesudo informe americano que demostraría las relaciones continuas entre los neandertales y el homo sapiens. Dado a conocer, por cierto, en los mismos días en que se formó el variado Ejecutivo autonómico, mezcla de diversas tribus, algunas muy remotas. Tanto que su único objetivo parece ser el condumio.

Ni evolución ni, Dios me libre, revolución. A garrotazo limpio, la caverna logra unir al célebre yacimiento burgalés con nuestra tierra murciana. Allí en Atapuerca se descubrió hace millones de años el Homo Antecessor y aquí continuamos, a tenor de ciertas declaraciones, en esa fase previa.

De la Gran Dolina castellana, manantial de huesos sobre los que se alzó nuestro esqueleto vital, a la Gran Dolorina murciana, donde las vicisitudes políticas arrojan nuestro cuerpo sobre la lona. Para sima, la nuestra.

De cualquier forma, digan lo que digan los nuevos libros de texto que sumergirán a nuestros hijos en la oscuridad, pareciera que todos somos iguales. Unos más que otros, pues mientras los genes nos guían a aportar nuestras habilidades, en beneficio de la comunidad, no faltan listos que anteponen sus intereses a los colectivos, como esperar a la reacción de la vacuna para poner el brazo. Mejor que se lo partan los demás.

No sería extraño, por tanto, que los maestros Millás y Arsuaga escribieran en Murcia, tierra propicia para el descubrimiento de nuevos ‘miguelone’ dignos de museo paleontológico, la segunda parte de La vida contada por un sapiens a un neandertal, que aguarda en mi mesilla como una pieza lista para ser engullida en este desierto.

Un páramo donde el único oasis es la esperanza que siempre ha acompañado a las mujeres y hombres de este planeta.