Crees que Cartagena debe tener dos hospitales?». La pregunta me la hizo un colega hace unos años en una tertulia radiofónica. Respondí que a un enfermo y a su familia le da igual cuántos hospitales hay o deja de haber en su ciudad, que lo importante es que se le atienda con la mayor rapidez, eficacia y con los mejores medios posibles, a lo que añadiría que con un toque de humanidad y sensibilidad, especialmente, en las situaciones más graves. No creo que se pueda aplicar siempre el lema de que menos es más, pero soy de los que piensan que la calidad debe primar sobre la cantidad y que la de los servicios dependen tanto de cuántos los prestan como de cómo se prestan.

Si la sede de la consejería de Turismo debería estar o no en Cartagena se reduce a un debate político territorial interesado entre quienes vislumbran terribles amenazas en contra de nuestro desarrollo y nuestro patrimonio y quienes pecan de un centralismo excesivo que lo aglutina todo en la capital de la Región.

El debate lo han alimentado los últimos cambios en el Gobierno regional que, últimamente, se mueve tanto que andamos un poco perdidos. El seísmo político en la Asamblea ha sacudido las consejerías y las competencias de Turismo se han fundido con las de Presidencia en la figura del exalcalde de Yecla, Marcos Ortuño, quien no tardó en proclamar que la sede de Turismo seguirá en la ciudad portuaria, donde se trasladó hace apenas un año. Admitió, no obstante, que él deberá compaginar su presencia en el Palacio de San Esteban como responsable de Presidencia con su labor en el edificio Foro de la calle Campos de Cartagena.

Parece evidente que el presidente López Miras ha estado poco atinado al fundir ambas consejerías al poco tiempo de prometer y propiciar el traslado de la de Turismo a nuestra ciudad y, seguidamente, generar como mínimo dudas sobre su regreso a la capital. Supongo que sus asesores o él mismo, buen conocedor de la idiosincrasia cartagenera, mediría bien las consecuencias de la medida y no le habrá sorprendido la lluvia de críticas por otro supuesto varapalo hacia la trimilenaria.

Al final, los ciudadanos caemos en la trampa de esa creciente polarización hacia la que nos conducen cada vez más los infructuosos y agresivos debates políticos en los últimos tiempos.

Que buena parte de los cartageneros sentimos un mayor o menor grado de abandono, desidia, desprecio o desinterés hacia nuestra ciudad por parte del Gobierno regional es algo que nos han inculcado unas cuantas decisiones a lo largo de la historia. Por eso, a veces nos mostramos tan molestos e indignacos y quizá tenemos la piel demasiado fina ante maniobras que puedan suponer un perjuicio hacia nuestra tierra.

Luego llegan las palabras bonitas y los discursos adaptados a las intenciones de los rivales políticos y, sinceramente, no me creo a quienes presumen de bendecir a Cartagena con sus parabienes con el verbo mientras hacen lo contrario con sus obras, pero tampoco a quienes presumen de cartagenerismo mediante el alarmismo y la difusión de supuestos complots encaminados a destruirnos. No es necesario que nos enfrenten, basta con que unos y otros sean justos, incluso con ustedes mismos, a la hora de calibrar sus decisiones y sus palabras.

Que Cartagena es la capital turística de la Región es sencillamente una realidad independientemente de donde esté la sede de la consejería. Pero también lo es que la Región es el tercer destino turístico menos atractivo para los españoles. Y no lo dicen otros, sino nosotros mismos, a través de un estudio de la Universidad Politécnica de Cartagena.

Así que me da igual si tenemos uno, dos o mil hospitales. Y me importa poco dónde tenga su despacho el consejero al que le correspondan las competencias de Turismo.

La Administración regional tienen la obligación de velar por los intereses de todos sus territorios y eso incluye potenciar a Cartagena como referente turístico del Mediterráneo no solo a través de sus palabras o sus traslados, sino, sobre todo, mediante sus obras y la consecución de inversiones que mejoren, entre otras muchas cosas, los castillos y fortalezas que nos rodean y que se muestran tan magníficos como abandonados.

Todo apunta a que el fin de la pandemia está cada vez más cerca, pese a tanto despropósito con las vacunas y con la vacunación. Y cuando la libertad de movimiento sea total, se prevé un renacer del turismo para el que debemos estar lo mejor posicionados posible.

Por nuestra parte, los cartageneros haríamos bien en mirarnos menos el ombligo y aprovechar nuestra potencialidad y nuestros muchos tesoros para saber liderar un proyecto turístico regional conjunto y sin exclusiones, donde quepan todos los municipios de la Comunidad y que sume visitas y reste disputas partidistas infructuosas. Si empujamos en la misma dirección, avanzaremos. Si lo hacemos cada uno hacia un lado, nos estancamos.