De un tiempo a esta parte, Millie Bobby Brown, Finn Wolfard, Gaten Matarazzo y compañía, están tan presentes en mi casa que parece que hayan venido a quedarse. O lo que es lo mismo, Once y compañía están todo el tiempo por aquí. El demogorgon hace esto y Once dice lo otro. Yo le decía a mi hija, «Cristina, en inglés se dice guans, cariño», y recibí como respuesta unos ojos en blanco diciendo «mamá, Once en inglés es Eleven». Madre mía, qué mayor me estoy haciendo. Ahora, la serie es chulísima. Ya mi hermano Ángel me había advertido de lo chula que era la serie, pero hasta que Cristina no me ha ido hablando de demoperros y azotamentes (que yo los llamaba atrapasueños) no nos hemos enganchado.

Pero para stranger thing de verdad, lo que me pasó hace poco, cuando vino una señora a mi despacho, con una carpeta de papeles, viuda desde que un coche no viera un stop y arrollase a continuación la moto en la que iba su marido. No le pasó al pobre hombre como al Will Byers de Stranger Things, que le dieron por muerto, pero en realidad estaba vivo. Este hombre ingresó en el hospital con un hilo de vida, y aunque llegó a estar ingresado, aguantó las pocas horas que sus órganos resistieron, porque encima el tío era joven. Solo el parte de urgencias ponía los pelos de punta. Si lo ves, yo creo que no tenía un solo hueso entero, por la cantidad de cosas que decía que tenía fracturadas, explotadas, seccionadas. Ahora, nada tan claro como la expresión ‘incompatible con la vida’, Entre todas las cosas que había escritas ahí, eso lo entendí a la primera. Como es natural, ese mismo día falleció el pobre.

A pesar de eso, la compañía de seguros del vehículo, en una carta estándard, rechazaba hacerse cargo de la indemnización. Qué cosa más rara. Que la muerte no estaba dentro de las coberturas de la póliza, decía. Mira que pasan cosas raras, pero esto se lleva la palma.

Así que me puse a mirar si estaba en plazo, si eran las personas que decían ser, si la póliza estaba en vigor… todas esas cosas que miramos los abogados. Hasta que lo vi. Lo leí varias veces y hasta imprimí el folio, por si no había leído bien. Lo enseñé en la oficina y fliparon en colores. Madre mía, el follón que hay aquí.

Llamé a la cliente por teléfono temblándome la mano por si me mandaba a paseo, por loca o por tontadelcú, pero se mostró muy comprensiva cuando le dije que no sabía si mostrar el expediente a un compañero experto en seguros o a un detective privado, porque lo que habíamos encontrado era de verdad muy raro. Y mira que tropezamos con cosas surrealistas los abogados.

Me puse a repasar el expediente, hoja por hoja. Despacio, leyéndolo todo. Me dio la risa cuando a los dos minutos tenía dos cabezas más, mirando igual que yo cada letra. Ni rastro del tema en todo el expediente. Yo sólo pensaba en todo el tiempo que llevaba el hombre ya enterrado, y de cómo íbamos a hacer para exhumarlo. Qué quieres que te diga, salvo la de Franco, no conozco ningún otro caso de exhumación legal. Hay que ver, oye, ¿es que no puedo tener clientes y casos normales?

Así que cerré la carpeta y me fui a ver a una amiga jueza, por cierto, fan también de la serie.

La abordé sin rodeos: «A este tío lo mató un coche, y el certificado de defunción dice que es por covid». Dime tú si esto no es de Stranger Things.