De lo sublime a lo ridículo va sólo una raya, y aquí estamos con la telenovela murciana, esta serie del neflí michirón que aún no sé si se merece la marinera al mejor guion desconcertante o que cambiemos de canal por ser una impro sin pies ni cabeza, eso sí, con muchas vueltas ‘de guion’. Lo último de la Asamblea Regional entre los de Cs y ante notario no es nada con lo que, seguro, nos espera. Atentos a sus pantallas.

Con mis amigos de barra de wassap estoy haciendo una apuesta entre quienes piensan que estamos ante la punta de un iceberg que esconde unas profundidades desconocidas e insondables, unas presiones de los poderes fácticos que ni nos imaginamos, y, por el contrario, quienes creen que estamos padeciendo las intrigas de pacotilla de unos caraduras de medio pelo, cegados por la ambición cortoplacista y que de Maquiavelo solo conocen lo que una vez, mientras se bebían un gin-tonic con cosas, leyeron en la definición de un crucigrama del dominical.

Desde hace un tiempo vengo constatando que en Lepe están preocupados porque la Región de Murcia les está quitando el pódium en los chistes patrios. Pocas verdades tan evidentes como ese lema publicitario de que «hablen de uno, aunque sea mal», que ya dijera Oscar Wilde. Tantos intentos infructuosos del poeta consejero, Pedro Alberto Cruz, para «situar a la Región en el mapa» y, mira por dónde, hemos descubierto que se equivocó de fórmula: no se trataba de experimentos de cultura y arte contemporáneos que modernizasen a esta tierra de antivacunas y esclavistas sureños, sino de todo lo contrario y sin complejos: hacernos nuestro hueco en el hazmerreír patrio gracias al eterno retorno de lo retrógrado. Mira que yo, a quien cada día rozan más, como camisas de fuerza, las banderas, las fronteras y las patrias chicas, aunque ejerzo de galileo y cartagenero, nunca he sido antimurciano, pero es que ahora es todo un heroísmo ir por ahí admitiendo que vives en esta Región del Sureste. Enseguida te sueltan alguna broma, algún chiste o, peor aún, te preguntan cómo sobrevives en este cornijal que ya ha logrado tener secciones fijas en El Intermedio de El Gran Wyoming y en todos los telediarios.

Como por aquí abajo hay muchos dispuestos a que la industria cultural más importante sea la de las apuestas, «pues yo creo que me voy a sacar la chorra», que diría José Luis Cuerda, y voy a apostar todo al cero patatero: creo que están improvisando y nuestro propio desconcierto es el suyo propio. Los designios de quienes nos gobiernan son tan inescrutables que ni ellos mismos los conocen y por eso nos duran los consejeros dos semanas y media. Recuerdo cuando algunos sesudos pensadores se preguntaban si en un partido como el PP no tenían a nadie más preparado y con más carisma que López Miras, ¡qué ingenuos! Pues aquí estamos que ahora no sabemos si lo eligieron y lo mantienen porque es el más manejable por quienes mueven los hilos o si, por el contrario, nos hemos topado con el modelo perfecto de un gobernante, cual príncipe de Maquiavelo, que «para sostenerse en el poder, deberá aprender a no ser siempre bueno y variar según las necesidades y circunstancias que le interesen en cada momento», y para ello «no será necesario que posea buenas cualidades, lo importante es que parezca tenerlas». Claro que, ahora que estamos ante el cambio del cambio de Gobierno, huelga decir, en palabras de Nicolás, que «el príncipe será juzgado sobre todo según las personas de las cuales ha sabido rodearse», y si en ello no acierta «uno y otros acabarán mal».

En esto de la política no debería valer aquello de «perdónalos porque no saben lo que hacen».

Si no lo saben no deberían estar en la cosa pública, por inútiles, y si lo saben, aún peor, deberíamos cesarlos por malvados. ¿De verdad me queréis convencer de que a nuestro presidente regional lo único que le importa es mantenerse en el poder a costa de lo que sea y aprobar esa ley que tanto le gusta a todos los dictadorzuelos de aquí, de Rusia o de la Conchinchina, para poder sucederse a sí mismos una vez más, y otra, y otra? Si eso fuese así, si estuviésemos ante una ambición personal, estoy seguro de que ya habrían salido voces en su partido, intentando poner un poco de orden y sensatez antes de que arda Roma, ellos incluidos, que poco queda. Insisto, yo creo que aquí hemos caído en el bucle de la improvisación, en telaraña del desconcierto, que a todos nos tiene absortos, atraídos irremediablemente hacia el caos y el vacío, mientras permanecemos inmóviles como si la araña nos hubiese inoculado todo el veneno.

No se explica de otra manera que asistamos impasibles a la degradación de la vida política, al espectáculo bochornoso que nos están regalando cada día nuestros representantes. ¿No sería ahora, más que nunca, cuando habría que decir aquello de «no nos representan»?

Tampoco creo que nuestros políticos regionales se hayan leído «“El arte de la prudencia» de Baltasar Gracián. Ellos, como los pillos, han aprendido en la calle lo de «saber desviar a otro los males, que una buena estrategia de quienes gobiernan es tener escudos humanos… blanco de los errores por la propia ambición». Con lo hermosa que podría ser la política como tarea de entregar lo mejor de uno mismo a procurar el bien común a quienes nos rodean, pero no, tenemos, no sé si lo que nos merecemos, pero sí lo que consentimos.

Cuenta Antonio Machado, ese grande de España que, como todos los grandes, si no termina encarcelado o fusilado, tiene que exiliarse, que Juan de Mairena decía que «al hombre público, especialmente al político, hay que exigirle todas las virtudes públicas, que se resumen en una: fidelidad a la propia máscara, porque más tarde o más temprano hay que dar la cara» y, más aún, dice Machado, que «no hay lío político que no sea un trueque de máscaras, un mal ensayo de comedia en el que nadie hace bien o desconoce su papel». Lo que viene a decir que no hay nada nuevo bajo el sol, que todo está inventado y que hasta las intrigas palaciegas ya existían con los egipcios y puede que hasta con los sapiens y los neandertales, que según acabamos de descubrir, parece ser que había más transfuguismo entre ellos del que creíamos.

Por lo pronto, lo importante es no caer en el desaliento y el conformismo de ‘todos son iguales’, ‘siempre ha sido así’, ‘no pienso votar, que les den’ o, peor aún, ‘voy a votar a estos que dicen que ellos no son políticos y que van a limpiar la patria de todos los demás, que la culpa la tienen los otros’. Ya está bien de este espectáculo al que estamos asistiendo de lucha de personalismos de baja calaña, intereses espurios, egoísmos infantiloides, mercadeo y transfuguismo y, mientras, la casa sin barrer, los problemas sin resolver y la Región estancada en todos los frentes.

No debemos caer en el señuelo, la carnaza que nos ponen para que entremos al trapo y desviarnos de lo importante. ¿Que a quién se le ocurre poner a una consejera de Cultura parcial, negacionista y que ni sabe expresarse por escrito, para que todos los días estemos en el candelabro y compartamos muchos memes? ¿No será un señuelo?