Todos mis viajes han tenido un poso sentimental. Si no, para qué viajar. Y uno de los pilares de ese sentimiento fue, muchas veces, andar en busca de las Españas perdidas. Construimos un imperio. Y eso se nota por mucha parte del ancho mundo. Las reliquias de lo que fuimos me emocionan un tanto, mezcla de nostalgia y de orgullo bien temperado, nada extremo. Seguiré haciéndolo. El Arco Español en la Galway irlandesa, alguna estatua del Puente de Carlos en Praga o la Librairie espagnole –Franco imperante– fueron gratos destinos de nuestros viajares.

Uno, en particular, me llama hoy la atención. Norte de Italia, lago de Como, Lecco, río Adda arriba. Le Chemin des Espagnoles, primeramente llamado. Una hazaña prebélica, no estrictamente guerrera. Una hazaña de la Intendencia militar de todos los tiempos. Los Tercios arribaban a Génova, desembarcados desde Barcelona. Se reunían con los italianos en el patio de la fortaleza de los Sforza, y en formación militar marchaban hasta el Duomo, y por su trasera, buscaban el camino de Monza y los tres lagos que son uno: Como, Lecco y Mezzola. Arribaban al Forte di Fuentes, que es lo que yo quería ver. Pedro Enríquez de Acevedo, Conde de Fuentes, fue un gobernador del Milán español, que mandó construir el fuerte de su nombre, justo en un elevado otero sobre la desembocadura del río Adda, tributario del Lago que acaba en Como, descendiendo de los Alpes.

El fuerte, hoy abandonado a la maleza, la intemperie y el derrumbe, fue construido allá por cuando se publicó el primer Quijote. Mi pena fue que estaba prohibida su entrada. Motivos lógicos de seguridad lo impedían, pero la frustración fue mayúscula. Hoy, un carrusel de fotos adorna el enfoque de Google Maps, bastante completo. Yo sólo pude hacer la foto de esa entrada interdicta a los mortales comunes. Desde el Fuerte se divisa el cauce, rectísimo, del río Adda y al otro lado el valle o planicie aún llamado de España: Pian di Spagna, insalubre toda la Historia, salvo tiempos modernos. Pero, en fin, allí estuvimos, acompañando el espíritu de tanto piquero de los Tercios españoles del Siglo de Oro.

Seguimos hacia Sondrio, capital de la Valtelina, valle del alto Adda, donde, camino de Munich, de seguro hizo parada nuestro diplomático y escritor, don Diego Saavedra Fajardo, murciano de pro, que tanto batalló en Roma, la misma Munich y Ratisbona en bien de la Corona española. El Adda es río revoltoso y saltimbanqui en Sondrio, de cauce estrecho, río de montaña propiamente dicho. Comimos un internacional y saludable sándwich mixto, acompañado, eso sí, de cerveza autóctona, junto al fiume.