Estamos en los días más intensos de la Semana Santa, esos que pasaremos recluidos en nuestros territorios sin planes definidos de viaje ni procesión para echarse a la calle.

Tiempo de recogimiento si no fuera por el seguimiento del permanente escrutinio del avance del coronavirus. Periodo también para la reflexión de lo acontecido estas semanas atrás en la esfera política e institucional de nuestra Región.

La ciudad de Murcia ha cambiado de médico pasando del doctor Ballesta, investigador y docente de la Universidad, al facultativo Serrano, acostumbrado a lidiar con las urgencias en el Morales Meseguer. Uno, educado en la paciente observación del ensayo analítico en el laboratorio y el encaje de egos de catedráticos a diario en el rectorado. El otro, bregado en la toma de decisiones vitales en un minuto y bajo presión de enfermos y personal.

Pero en el consistorio, los dos mediatizados y coartados en sus decisiones por la incómoda compañía del ingeniero Gómez que hará que las recetas a los ciudadanos para mejorar su estado de bienestar varíen poco. Al tiempo.

Con esto, lo que les vengo a escribir es que pasado el rechinar de dientes de unos y la euforia de otros bien está este paréntesis para que se pregunten quién ha salido ganando del dislate.

Ya, vale, descontadas las prebendas personales alcanzadas por tránsfugas y expulsados, la triste moraleja es que ningún partido político puede arrogarse ser el vencedor y haber triturado al contrario.

El PP no debería presumir de una victoria pírrica en la que en apariencia le ha permitido salvar la corona del Palacio de San Esteban aunque haya entregado La Glorieta y quedado encadenado al dudoso compromiso de cuatro expulsados de Ciudadanos, tres díscolos de la escudería no oficial de Vox que corren con el mismo motor ideológico y un despistado fiel de Abascal marginado por los anteriores.

En el PSOE podrán anotarse la recuperación a medias del Ayuntamiento murciano para tapar su ingenua entrega a una operación en la Asamblea llamada de antemano al fracaso y evitado a nada que le escamara la repentina unidad de unos compañeros de censura que se desdeñaban en público.

Ciudadanos hace aguas tras la singladura, con el timonel desnortado y a expensas de lo que ocurra en Madrid el 4 de mayo. Vox, roto de antes, no tiene éxito del que adueñarse. Y Unidas Podemos compró las entradas para el espectáculo aunque el entretenimiento lo tiene en casa con Pablo Iglesias.